Higiene y buenos hábitos

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Cumplimos una década desde que sufrimos la contingencia del virus H1N1 de la influenza, que durante varias semanas paralizó al país. De esa crisis, creo que sacamos lecciones valiosas sobre cómo prepararnos en caso de que un nuevo padecimiento pudiera afectarnos a una escala mayor y su tratamiento fuera desconocido o no estuviera disponible en el momento más álgido del contagio.

Pero, como en todo, prevenir es una cultura que empieza con adoptar hábitos distintos, que traen consigo cambios a los que no necesariamente estamos dispuestos a renunciar. Es el caso de lo que estamos haciendo hoy para evitar que la reciente cepa del coronavirus no nos agarre fuera de lugar.

Ya las autoridades federales de salud han advertido de la enorme posibilidad de que el virus llegue a México y, con ello, el temor de sus repercusiones; sin embargo, vale la pena empezar a modificar varias de nuestras costumbres para no crear pánicos artificiales, ni medidas que compliquen nuestra vida cotidiana.

Una muy sencilla es lavarnos las manos con frecuencia. Sin desperdiciar el agua (cerrando la llave mientras nos enjabonamos) es importante lavarnos al llegar e irnos de lugares públicos, mucho más al momento de llegar o salir de casa. Recientemente estuve en una sala de cine y al entrar a los sanitarios, me percaté que muy pocas personas tomaban esta medida básica de limpieza.

Lo mismo he visto en el transporte público y en áreas comunes como las sucursales bancarias, los centros comerciales o los supermercados. Aunque el tema del coronavirus está en el foco de atención mundial, encontramos oportunidades para seguir nuestra rutina con poca previsión.

Este brote ha coincidido con el contagio estacional de gripe e influenza de cada año, pero ni así, en muchos casos, portamos un tapabocas o estornudamos y tosemos en el hueco del antebrazo mientras estamos en espacios cerrados con otras personas.

Otro pésimo hábito que tampoco hemos corregido mucho en estos días es escupir en la calle (o en cualquier parte), lo cual -en conjunto con el resto de hábitos nocivos- podría colocarnos en una situación similar a la de 2009.

Recordemos lo que nos ocurrió y el miedo que se hizo igual de contagioso que el H1N1; los efectos tardaron años en desvanecerse y durante los días de mayor tensión, miles decidieron quedarse en casa ante lo que ya era una pandemia.

Aprendamos de esa experiencia y tomemos acciones con anticipación. Es un lugar común, pero es cierto, se trata de nuestra seguridad, que no solo es la protección física y la de nuestros seres queridos y bienes, también es el cuidado de un elemento en extremo preciado: nuestra salud.

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