En los últimos meses, varios países europeos han informado de un aumento de los casos graves de enfermedad provocada por estreptococos del grupo A (Streptococcus pyogenes).
En concreto, según los datos que maneja la Organización Mundial de la Salud (OMS), a lo largo de 2022 Reino Unido, Francia, Irlanda, Países Bajos y Suecia han registrado un aumento de los casos de enfermedad estreptocócica invasiva del grupo A (iGAS) y cuadros de escarlatina, «principalmente en niños menores de 10 años». Este incremento, ha señalado la organización en un comunicado, ha sido especialmente notable en la segunda mitad del año.
En Reino Unido se han registrado 851 casos en la semana 46 del año, frente a los 186 de media registrados en los años anteriores. Esta temporada, además, se han producido13 muertes en niños menores de 15 años derivadas de estas infecciones, una cifra mucho más elevada que la registrada antes de la pandemia (se contabilizaron cuatro muertes por este problema tanto en 2017 como en 2018).
Debido a este aumento, las autoridades sanitarias de toda la UE siguen de cerca las evoluciones de este patógeno, un viejo conocido de los pediatras.
«Es la causa más frecuente de faringoamigdalitis agudas en los niños», explicaba hace unos días a este periódico Federico Martinón, jefe del Servicio de Pediatría del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela.
Estas bacterias, que pueden estar presentes en nuestras gargantas o en nuestra piel, se transmiten por un contacto estrecho con una persona infectada, a través de la tos, los estornudos o el contacto con una lesión en la piel. La presencia del patógeno puede detectarse mediante una sencilla prueba tras la toma de una muestra de la garganta por parte de un profesional sanitario.
Generalmente, estas bacterias producen cuadros leves, como faringitis, amigdalitis, impétigo o escarlatina, que se tratan con antibióticos; pero de forma poco común el patógeno también puede provocar infecciones graves, lo que se denomina enfermedad estreptocócica invasiva. Las dos formas más graves y menos comunes de esta enfermedad son el síndrome de shock tóxico estreptocócico y la fascitis necrosante, que resultan potencialmente mortales. Además, la infección puede provocar alteraciones en el riñón (glomerulonefritis posestreptocócica) o el corazón.
Los signos que deben llevar a consultar a un especialista son la existencia de fiebre alta que dura más de tres o cuatro días, una dificultad respiratoria sostenida, la existencia de vómitos que no ceden, un estado de somnolencia excesivo o la aparición de zonas extensas enrojecidas en la piel o manchas que no desaparecen al presionarlas.
La OMS ha instado a los países a estar vigilantes ante un incremento de los casos de iGAS similar al registrado en Reino Unido, Francia, Países Bajos, Suecia e Irlanda, si bien subraya que el riesgo para la población general es bajo. Los incrementos observados son moderados, no se han identificado cambios en el patógeno ni resistencias por su parte al tratamiento antibiótico, ha recordado el organismo.
«Por el momento, esto es una alerta profesional que no debe trascender ni generar alarma en la población», subraya Martinón. «Los pediatras estamos atentos, sabemos cómo detectar y cómo actuar en estos casos», ha señalado, en la misma línea, Martinón.
En España todavía no está claro si se está registrando un aumento en la incidencia de estas infecciones.
Según explica Martinón, el incremento registrado en Reino Unido y otros países puede estar «asociado al aumento de las infecciones respiratorias virales» que se está produciendo esta temporada debido a la falta de exposición en los años previos.
Las infecciones bacterianas a menudo se aprovechan de infecciones virales previas, señala el pediatra. Este otoño se ha constatado un aumento de infecciones respiratorias virales, como la que produce el virus respiratorio sincitial (VRS), por lo que el incremento en infecciones bacterianas podría ser consecuencia del aumento de infecciones virales.
Las medidas de prevención para evitar esta y otras infecciones son las habituales: lavado habitual de manos, cubrirse la boca y la nariz al toser y estornudar (nunca con las manos) y evitar que los afectados estén en contacto con otras personas.
Un estudio recientemente publicado por la Agencia de Seguridad Sanitaria del Reino Unido sugiere que una vacuna de administración nasal contra la gripe podría ofrecer también cierta protección frente a la infección por estreptococo A.
Sus datos se basan en la comparación de las tasas de infección por estreptococo A en áreas donde sí se había administrado la vacuna nasal y otras donde esta vacunación no se había producido.
El estudio ha mostrado diferencias significativas. Así, las tasas de infección fueron de 73.5 por 100.000 niños en las áreas ‘vacunadas’ y de 93 por 100.000 niños en las áreas ‘no vacunadas’.
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