El Alzheimer, que afecta a unos 47 millones de personas en todo el mundo, sigue siendo por ahora un trastorno cerebral irreversible y mortal. Con un enfoque proactivo, un investigador del cerebro en Israel, Eitan Okun está desarrollando una vacuna contra esa enfermedad.
La mayoría de las vacunas funcionan mediante el desarrollo de una respuesta inmune a un patógeno debilitado para aumentar la capacidad del sistema inmunológico para combatir al verdadero patógeno. La vacuna de Okun prepara al organismo para atacar las acumulaciones de proteína beta-amiloide en el cerebro, uno de los signos característicos del Alzheimer.
Los experimentos en ratones hechos en el laboratorio Paul E. Feder para la Investigación del Alzheimer, en la Universidad Bar-Ilan de Ramat Gan, que dirige Okun, han demostrado ser muy prometedores, según informes.
Okun está preparando pruebas con personas con riesgo genético de desarrollar la enfermedad a los 50 años de edad o menos y con pacientes con síndrome de Down.
“Esas pruebas, que son fundamentales, determinarán si la vacuna realmente funciona en humanos”, dijo Okun, quien también está investigando por qué las personas con síndrome de Down son más propensas a desarrollar Alzheimer. Los ratones que usaron en los experimentos fueron modificados genéticamente para simular el síndrome de Down.
“Dependiendo del índice de éxito y los efectos secundarios de las pruebas [con humanos], podremos saber cuánto tiempo necesitaremos para que la vacuna esté en el mercado a escala mundial. Estoy convencido de que enfocarnos en la vacunación es el camino para seguir con las enfermedades neurodegenerativas”, dijo.
Además de la vacuna, Okun está investigando nuevas formas de diagnosticar el Alzheimer en fases más tempranas y de forma más precisa por medio de tecnologías avanzadas de resonancia magnética para detectar los signos iniciales de grupos de proteínas amiloides acumuladas en el cerebro.
“Mis investigadores y yo intentamos crear una proteína que pueda entrar en el torrente sanguíneo, atravesar la barrera hematoencefálica, unirse a los amiloides y luego ser visible en una resonancia magnética”, explicó. “Siempre estoy buscando nuevos enfoques para atacar la enfermedad. Y nunca he sido tan optimista como ahora para lograr su prevención”.
Okun, de 39 años, obtuvo su maestría y doctorado en inmunología en Bar-Ilan y recibió una beca para su posdoctorado en los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos. Es profesor también en el Centro de Investigación Multidisciplinaria del Cerebro Leslie y Susan Gonda (Goldschmied) y la Facultad Mina y Everard Goodman de Ciencias de la Vida, ambos de Bar-Ilan.
Además de la vacuna, aconseja una combinación de ejercicio físico y estimulación ambiental para ayudar a que el cerebro evite el Alzheimer, lo que aumenta y fortalece las conexiones de las espinas dendríticas que intervienen en nuestra capacidad para generar recuerdos.
“En nuestro laboratorio usamos técnicas multidisciplinarias para alcanzar dos objetivos: identificar los mecanismos neuronales asociados con el deterioro cognitivo leve y, al mismo tiempo, buscar indicadores que permitan que los médicos identifiquen los pacientes en riesgo para que puedan así recibir el tratamiento preventivo para la demencia antes de que sea demasiado tarde”, dijo Okun.
También estudia formas de prevenir y diagnosticar mejor otras afecciones neurológicas, como el Parkinson.
“Actualmente no hay cura para las enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el Parkinson, y la ciencia médica sólo puede identificarlas de manera conductual, o sea partir de los síntomas que indican que el tejido cerebral ya ha sido destruido”, agregó.
“Nuestro desafío es encontrar las pistas en la biología molecular y la bioquímica del cerebro que indican que hay un problema, y que también nos darían posibles objetivos en los cuales centrarnos para intervención farmacológica temprana”.
Aunque ha estado estudiando el cerebro durante muchos años, una experiencia personal —a su padre le diagnosticaron demencia a los 60 años— le mostró a Okun la importancia de la investigación sobre la neurodegeneración.
“Cuando sus cambios en la función motora y cognitiva se hicieron evidentes, los tejidos del cerebro ya se habían perdido. Espero que, al conocer mejor lo que le sucede al cerebro a medida que envejecemos, podamos ayudar a las personas a vivir una vida más plena y más saludable cognitivamente”.
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