Un nuevo estudio de imágenes cerebrales realizado por el Centro para la Adicción y la Salud Mental (CAMH), en Toronto, Canadá, muestra por primera vez que la inflamación cerebral está significativamente elevada –más de un 30 por ciento más alta– en personas con trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) que en personas sin la enfermedad. Publicado en ‘JAMA Psychiatry’, el estudio proporciona pruebas convincentes de una nueva posible dirección para el tratamiento de este trastorno de ansiedad, que puede ser debilitante para los afectados.
«Nuestra investigación mostró una fuerte relación entre la inflamación del cerebro y el TOC, en particular en las partes del cerebro que funcionan de manera diferente en el TOC», señala el autor principal del estudio, el doctor Jeffrey Meyer, jefe del Programa de Neuroimagen sobre el Estado de Ánimo y la Ansiedad en el Instituto Campbell de Investigación de Salud Mental en CAMH. «Este hallazgo representa uno de los mayores avances en la comprensión de la biología del TOC y puede conducir al desarrollo de nuevos tratamientos», añade.
Inflamación o hinchazón es la respuesta del cuerpo a la infección o lesión, que ayuda al cuerpo a sanar, pero, en algunos casos, esta respuesta del sistema inmunológico también puede ser perjudicial, según Meyer, catedrático de investigación en Neuroquímica sobre la Depresión Mayor en Canadá. Disminuir los efectos nocivos de la inflamación y promover sus efectos curativos, a través de nuevos medicamentos u otros enfoques innovadores, podría resultar ser una nueva forma de tratar el TOC.
En un estudio anterior, Meyer descubrió que la inflamación del cerebro está elevada en personas con depresión, una enfermedad que puede ir de la mano con el TOC en algunas personas. Se necesitan nuevos caminos para el desarrollo de tratamientos, ya que los medicamentos actuales no funcionan para casi una de cada tres personas con TOC. Alrededor de entre el 1 y 2 por ciento de los adolescentes y adultos tienen TOC, un trastorno de ansiedad en el que las personas tienen pensamientos intrusivos o preocupantes que recurren y pueden ser difíciles de ignorar.
El estudio incluyó a 20 personas con TOC y un grupo de comparación de 20 personas sin el trastorno. Los investigadores -entre ellos la estudiante de doctorado Sophia Attwells, primera autora del estudio–, utilizaron un tipo de imagen cerebral llamada tomografía por emisión de positrones (PET) que fue adaptada con tecnología especial en CAMH para ver la inflamación en el cerebro. Un colorante químico midió la actividad de las células inmunes llamadas microglia, que están activas en la inflamación, en seis áreas cerebrales que juegan un papel en el TOC.
Variedad de grados de inflamación entre las personas con el trastorno
En las personas con TOC, la inflamación fue un 32 por ciento más alta en promedio en estas regiones y la inflamación fue mayor en algunas personas con TOC en comparación con otras, lo que podría reflejar variabilidad en la biología de la enfermedad. Se están realizando investigaciones adicionales para encontrar marcadores sanguíneos y medidas de bajo costo sobre los síntomas que podrían identificar qué individuos con TOC tienen el mayor nivel de inflamación y podrían beneficiarse más del tratamiento dirigido a la inflamación.
Otro hallazgo notable del estudio –una conexión entre las obsesiones resistentes y la inflamación cerebral– proporciona un indicador. Al menos nueve de cada diez personas con TOC realizan compulsiones, acciones o rituales que la gente hace para tratar de reducir sus obsesiones. En el análisis, las personas que experimentaron mayor estrés o ansiedad cuando trataron de evitar actuar con sus compulsiones también tenían los niveles más altos de inflamación en un área del cerebro, una respuesta al estrés que podría ayudar a determinar quién puede beneficiarse mejor de este tipo de tratamiento.
El descubrimiento abre diferentes opciones para desarrollar tratamientos. «Los medicamentos desarrollados para atacar la inflamación cerebral en otros trastornos podrían ser útiles en el tratamiento del TOC –plantea Meyer–. Hay que trabajar más para descubrir los factores específicos que contribuyen a la inflamación del cerebro, pero encontrar una manera de reducir los efectos dañinos de la inflamación y aumentar sus efectos útiles podría permitirnos desarrollar un nuevo tratamiento mucho más rápidamente».
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