La máxima edad de la vida humana podría superar en mucho anteriores predicciones, según un trabajo que cuestiona la idea de que los seres humanos se están acercando a un límite inamovible de longevidad.
En conjunto plantean que no hay pruebas contundentes de que nos estemos acercando al límite superior de nuestra mortalidad o, al menos, que tal límite puede ser considerablemente más alto que 115 años.
Con 117 años, la jamaiquina Violet Brown, nacida el 10 de marzo de 1900, es la persona más anciana, según el Gerontology Research Group, de EE.UU.
El profesor Jim Vaupel, especialista en envejecimiento del Instituto Max Planck de Investigación Demográfica de Alemania y uno de los autores, dijo: “Las evidencias no apuntan a ningún límite inminente. En este momento, el balance de las pruebas indica que, si hay un límite, está por encima de los 120 años, quizá muy por arriba. Quizás el límite no exista”.
La disputa entre Jan Vijq, genetista de la Escuela de Medicina Albert Einstein de Nueva York que fue el autor del trabajo original, y los críticos se ha vuelto acalorada. Ambas partes han traspasado los restringidos límites del discurso científico.
“Es la peor investigación que yo haya leído en la revista Nature”, dijo Vaupel. “Me escandalizó que una revista que respeto mucho publicara semejante farsa”.
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Vijg también levantó la voz, dando a entender que sus críticos, en alguna medida, simplemente están disgustados porque los ha enfrentado a su propia mortalidad.
El estudio original utilizó la International Database on Longevity, que reúne listas de la edad de la persona más vieja que haya muerto en un año determinado. Observaba que la edad máxima de muerte informada aumentaba rápidamente entre la década de 1970 y comienzos de los 90, pero luego parecía llegar a una meseta de 114,9 años a mediados de los 90.
Los últimos trabajos sostienen que esta conclusión es errónea y ofrecen interpretaciones más optimistas. El profesor Siegfried Hekimi de la Universidad McGill de Montreal señaló: “Se puede demostrar que los datos son compatibles con muchas trayectorias distintas y de ninguna manera con una meseta en curso”.
Conforme a una de estas hipótesis, se pronosticaría que la duración de la vida aumentaría de manera constante, de modo que se podría prever que la persona viva de más edad para el año 2.300 tuviera 150 años. “El aumento del promedio de vida no chocará repentinamente con un límite de 115 años”.
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Hemiki dijo que causó irritación el grado de atención que recibió de los medios el trabajo de Vijq porque “a la gente le gusta tener un número”, pese al hecho de que “los datos eran llamativamente poco convincentes”.
Una de las quejas era que el análisis de Vijq dividía los datos en dos períodos temporales –antes y después de 1995- debido a una inspección visual que parecía mostrar una nivelación en torno a ese año. Cuando se calcularon las dos tendencias subyacentes, el período posterior a 1995 tuvo un gradiente plano, lo que parecía confirmar la hipótesis. “Eso es algo que no se debería hacer en estadística”, dijo Hekimi.
Maarten Rozing de la Universidad de Copenhague agregó que había pocos datos que indicaran la existencia de un “reloj biológico” programado para limitar la duración de la vida. “Ahora sabemos no sólo que la idea de ese reloj es sumamente improbable sino también que el envejecimiento está más abierto al cambio de lo que antes se suponía”, afirmó.
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