Cómo ayudarle si sufre Trastorno Límite de la Personalidad

Las personas con personalidad borderline pocas veces se hacen cargo de las necesidades de los demás, aunque exigen que los otros sostengan las suyas, duran poco en los trabajos y son muy sensibles al rechazo. ¿Cómo podemos ayudarles? Por - -

En algún momento de nuestras vidas, ya sea en el trabajo, en la familia o entre los amigos, todos nos hemos encontrado con alguien cuyo comportamiento hemos tildado de egoísmo extremo. Puede ser una persona con un Trastorno Límite de la Personalidad (TLP). Para detectarlos –y ayudarles– debemos de estar muy atentos a sus maneras de expresión y conductas.

  • Actúan sin pensar en los demás. Son la típica clase de gente que, sin mediar palabra y sin pedir opinión, toman el mando y cambian de canal televisivo a su antojo. Quienes siempre van a escoger el mejor sitio o asiento. Que se sienten dueños de las pertenencias de los otros, en un constante mensaje de “lo tuyo es mío”, pero no a la inversa, y que, pocas veces se hacen cargo de las necesidades de los demás, aunque los otros tienen que sostener las suyas.

Ellos van a su bola y, frente a las quejas de sus acompañantes, no van a sentir ningún tipo de pudor o remordimiento.

  • Suelen cambiar muy asiduamente de trabajo, bien porque los despiden o porque ellos se van.
  • Casi siempre hablan en plural: “hemos conseguido, hemos hecho, nos ha tocado”, refiriéndose a algún logro de un familiar, pareja o amiga.
  • Suelen hacer o probar muchas cosas porque se lo ha dicho alguien, aunque no sepan si eso les gusta o no les gusta, o si es lo que conviene a la situación.

Si a ellas no les afecta emocional o económicamente algunas de las consecuencias de sus actuaciones, tampoco van a hacerse cargo de los efectos negativos que tengan en quienes las rodean.

  • Sin embargo, son excesivamente sensibles a los rechazos, aunque no lo muestren, ya que los viven como la destrucción de la unidad con los otros en la que se sostienen. Se instala el abismo frente al vacío.

ACOMPAÑAR A PERSONAS CON TRASTORNO LÍMITE DE LA PERSONALIDAD

La labor que podemos hacer con este tipo de personas es, fundamentalmente, ayudar a que establezcan una separación mental de esa unidad simbiótica, que está hecha de dos en una (entre ellos mismos y los demás), y que creen que es la mejor forma de identidad.

Si no se produce una división entre uno mismo y los demás, la diferencia individual se borra y no pueden generarse ni intercambios, ni posibilidades de compartir en igualdad de condiciones. El yo está alienado a los otros. ¿Cómo podemos ayudarles a diferenciar su yo?

  • Hay que remitir, una y mil veces, al sujeto a preguntarse sobre qué es lo que ellos quieren o pueden hacer, sin recurrir a otros.

Debemos animarles a calcular los efectos de lo que decidan e intentar prever los sentimientos que les puede generar.

  • Remarcar la diferencia entre lo que son los logros, decisiones y oportunidades de ellos mismos y aquellos que han conseguido quienes los rodean. Potenciar sus recursos individuales, sin confusión con los demás.
  • Promover la idea de intercambio. Si uno recibe algo, también tiene que poder aportar algo a cambio. No vale columpiarse en que no se tiene nada.

Es buena idea recordarles que siempre se puede contribuir con alguna capacidad o cosa.

  • Frente al rechazo y la frustración, examinar bien las causas que lo han producido e intentar averiguar si no se ha debido a nuestra propia posición de buscar un doble simbiótico en la alteridad.
  • Trabajar a fondo la empatía. Tomando de base alguna relación especial de cariño, una mascota o algo muy querido, hacerle imaginar el daño afectivo que sufriría si alguien le hiciera daño o pasara de él.

Conviene insuflar la idea de que los otros son personas que sienten y padecen si no se las respeta.

  • Hacer algún tipo de terapia en la que no se trate de reproducir esa búsqueda de un gurú que les guíe para volver a restablecer alguna otra simbiosis con alguna actividad o con otros personajes. Pero que tampoco la restituya con el terapeuta, ya que no haría sino repetir y, a la más mínima contrariedad, abandonaría para reiniciar el ciclo. Tendría que ser una terapia que le hiciera trabajar sobre y en sí mismo.

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