Alfonso, de 45 años; Isabel, de 59; Maximiliano, de 21; y Michael, de 77; son pacientes de la doctora Pilar Casas de Llera, oftalmóloga especialista en Glaucoma de Vissum; y los cuatro han solucionado sus problemas en el nervio óptico con tratamientos de última generación que reducen significativamente la presión intraocular, ya sea con un colirio -fármaco-, con tecnología láser o con cirugía mínimamente invasiva, y sin entrar en el interior del ojo.
El glaucoma es la principal causa de ceguera irreversible a nivel mundial. En el año 2020 se calcula que afectará a cerca de 65,5 millones de personas, casi a tres de cada 100 mayores de 40 años. En España hay más de un millón de personas diagnosticadas con glaucoma. A nivel mundial, una de cada dos desconoce que padece esta patología ocular… “gradual y silenciosa hasta que es demasiado tarde“.
Es una enfermedad progresiva del nervio óptico, que es el encargado de recoger la información visual generada en la retina, entramado de fibras nerviosas, y llevarla hasta el cerebro.
“En fases tempranas, el paciente no experimenta síntomas y no es consciente de que padece la enfermedad. El campo visual, lo que vemos, se reduce poco a poco, a veces de forma brusca, desde la periferia hacia la zona central. En fases avanzadas dificulta, en gran medida, las actividades diarias, como leer o conducir, y, sin tratamiento, se puede llegar a la ceguera legal”, expone la oftalmóloga.
Presión intraocular: principal factor de riesgo del glaucoma
La mayor parte de las veces, el origen del glaucoma está en la acumulación de fluido en la parte anterior del ojo (el sistema de drenaje del interior del ojo no funciona bien), lo que aumenta la presión intraocular. Si esta presión se mantiene elevada constantemente se provoca un daño definitivo.
“La literatura médico científica estable como presión normal aquella que está por debajo de 21 mm Hg, pero hoy sabemos que hay personas que no desarrollan glaucoma con presiones mayores de 21 y otras con glaucoma, de rápido empeoramiento, con presiones normales”, especifica.
El glaucoma también puede ser consecuencia de enfermedades sistémicas, como la diabetes, o de otros problemas oculares, como la uveítis (inflamación de la úvea -capa entre la esclerótica y la retina-), de ciertos daños en el cristalino o en la propia retina, por el desprendimiento de algún tejido del interior del ojo o como consecuencia de algún tumor.
“Representan hasta un tercio de los casos del diagnóstico de glaucoma. Los nervios ópticos de estas personas son mucho más sensibles y las presiones intraoculares en sus ojos, normales en otros, son inseguras en los suyos; muy elevadas”, destaca.
Y la única manera que tenemos de saber si padecemos glaucoma es acudir a la consulta de oftalmología.
“Será la evaluación del nervio óptico lo que va a determinar la existencia o no de esta patología y el nivel adecuado de presión para esa persona en función de cómo de avanzado sea el daño, la edad del paciente o el grosor corneal”, apunta la doctora Casas.
Además, debemos considerar si formamos parte de algún grupo de riesgo: tener más de 40 años de edad, que algún familiar lo haya padecido, ser miope, ser diabético, tomar medicamentos corticoides durante un tiempo prolongado y ser de raza africana, asiática o caribeña.
“Son personas que deberían acudir cuanto antes al oftalmólogo para descartar si padecen esta enfermedad ocular en estadios iniciales. El diagnóstico precoz es fundamental y, si no la padecen, tienen que ir a revisión al menos cada dos años, ya que en estadios leves y moderados no hay síntomas. El glaucoma, por ejemplo, no duele”, subraya.
La paralización del glaucoma… y de la ceguera
En una óptica observaron que Alfonso, de origen caucásico, mantenía una presión intraocular elevada en su ojo izquierdo. Él no había sentido nada, solo quería unas gafas para vista cansada, presbicia. Tenía entonces 45 años y desconocía que el daño en su nervio óptico fuera irreversible.
“En mi consulta le diagnostiqué un síndrome de dispersión pigmentaria: el iris -parte coloreada del ojo- rozaba con el cristalino y liberaba partículas de pigmento. Estos restos minúsculos atascaron los canales de drenaje del interior del globo ocular, lo que a su vez producía un aumento de la presión intraocular y, secundariamente, daño en el nervio óptico”, explica.
Alfonso tenía una presión de 22 mm Hg en su ojo derecho y daño muy leve en este nervio óptico. En su ojo izquierdo, 39 mm Hg y un nervio óptico con daño en estadio moderado. Las gotas -colirio- fueron su primer tratamiento, pero el ojo izquiedo no llegó a bajar de 25 mm Hg.
“Le recomendé una cirugía no perforante para detener el avance del glaucoma”, dice.
Esta cirugía consigue una merma significativa de la presión intraocular evitando las complicaciones de procedimientos clásicos para glaucomas en estadios avanzados, como pueda ser la hipotonía o disminución del contenido acuoso del globo ocular.
“Sin llegar a introducir el instrumental quirúrgico en la parte interna del ojo, reducimos el grosor de la membrana trabeculodescemética(esclerectomía profunda no perforante) en la zona superior del globo ocular, por debajo del párpado. Drenamos el líquido intraocular y aliviamos la presión, consiguiendo así detener o reducir de forma considerable la evolución patológica del nervio óptico”, describe la oftalmóloga de Vissum de forma sucinta.
La recuperación del paciente es muy rápida y sin complicaciones.
“Las capas superficiales del ojo se cierran con cuatro puntos. Los dos externos (debajo del párpado superior) se retiran a los quince días, dejando una pequeña cicatriz no visible. Alfonso redujo su presión a 15 mm Hg sin necesidad de gotas. En seis semanas de reposo relativo, con gotas antibióticas y antiinflamatorias, reanudó su actividad normal. Cuatro años después, su ojo no operado sigue necesitando colirio. El campo visual de su ojo izquierdo no se ha deteriorado más”, resalta.
Isabel, también caucásica, notaba que su vista no era efectiva con las gafas que usaba desde hacía cuatro años. En la consulta certificamos la presbicia y algo más… daño glaucomatoso en ambos nervios ópticos. Los fármacos redujeron su tensión ocular de 16 mm Hg en ambos ojos a una tensión de 11 mm Hg. Desde hace dos años su glaucoma permanece estable. La patología se ha detenido por un diagnóstico precoz.
Maximiliano, de origen caribeño, fue a la consulta de Vissum porque no conseguía ver bien la pizarra donde sus profesores le explicaban las matemáticas en la universidad. Tenía 41 mm Hg de presión en el ojo izquierdo.
“Optamos por una trabeculectomía con suturas liberables y con aplicación de mitomicina C, agente cicatrizante. Se crea una comunicación directa entre la parte anterior del ojo y la esclera -zona blanca- para eliminar la presión intraocular que daña al nervio óptico. Esta comunicación se protege con una solapa de tejido de la propia esclera y se sutura con puntos especiales que evitan una descompresión brusca”, comenta.
Maximiliano registra ahora, dos años después, presiones de 10 mm Hg en su ojo operado. El derecho lo tiene controlado con gotas de colirio. Está a punto de graduarse en la universidad. Sus hermanos acuden a revisiones periódicas con regularidad.
En el caso de Michael, caucásico, las gotas para su glaucoma primario habían constituido su tratamiento conservador, pero no las toleraba bien y le ocasionaban molestias. Además, en revisión, le diagnostican cataratas.
“Le ofrezco combinar cirugía de catarata con cirugía MIGS (cirugía mínimamente invasiva de glaucoma) para tratar ambos problemas en el mismo acto quirúrgico. Se le dio la información sobre el dispositivo iStent. Este mecanismo diminuto crea un by-pass entre la parte anterior del ojo y los canales de drenaje del humor acuoso. Se inserta a través de la pequeña incisión que hacemos para la cirugía de catarata y que no necesita puntos”, detalla la doctora Pilar Casas.
Michael se operó de los dos ojos y se hizo un 2X1 con la técnica MIGS-iStent para cataratas y glaucoma. Su visión es excelente sin necesidad de colirios… y disfruta con plenitud de sus 77 años.
¿Se puede prevenir el glaucoma?
“No podemos realizar una prevención primaria porque el glaucoma acontece en personas por una predisposición genética o de forma secundaria a otras enfermedades oculares o sistémicas. No hay recomendaciones de dietas saludables o de estilos de vida para evitar la enfermedad. Eso sí, son muy convenientes para nuestra salud y para que no incidan en la patología”, aclara.
“Sin embargo -continúa-, sí podemos realizar una detección precoz del glaucoma; de tal manera que, ante el primer signo de daño en el nervio óptico –caso de Isabel-, podamos iniciar tratamientos efectivos que reduzcan al mínimo la posibilidad de empeoramiento y garantizar una función visual plena hasta el final de la vida. Esta es la clave del éxito en Medicina”, concluye la doctora Pilar Casas de Llera.
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