Mientras mayor educación tiene la madre, más nivel de maduración presenta la red funcional cerebral del bebé a los seis meses de edad; además de que la pubertad es un punto de inflexión en el desarrollo de las redes funcionales cerebrales del ser humano, se establece en algunos de los resultados obtenidos por el equipo del investigador del Instituto de Neurobiología (INb) de la UNAM, Sarael Alcauter Solórzano.
Al participar en el Seminario de Neurociencias, organizado por el Centro de Ciencias de la Complejidad (C3) de la Universidad Nacional, detalló que desde hace algunos años trabaja en el estudio del cerebro en desarrollo, por lo que ha revisado el de neonatos; en algunos casos, la investigación ha permitido dar seguimiento a niños hasta llegar a la edad adulta.
Lo anterior mediante el análisis de datos obtenidos con imagenología por resonancia magnética, con lo que se observan las áreas que se activan al realizar alguna actividad o al estar en completo reposo, información con la que se ve el desarrollo de su conectividad y se compara su evolución con el tiempo y su asociación conductual, precisó Alcauter Solórzano.
Estudios del investigador han mostrado que las redes de conectividad tálamosensoriomotora y tálamo-prominencia están presentes en los recién nacidos, mientras que la conectividad de la red tálamo-medial visual y tálamo-predeterminada surge aproximadamente al año de edad, lo cual muestra la importancia conductual durante la infancia.
En el caso de los neonatos, mientras mayor educación tiene la madre, mayor nivel de maduración hay en las redes, tanto la de modo basal como la sensomotora, señaló.
El también académico del Posgrado en Psicología explicó que no se sabe el porqué sucede esto, pero es posible decir que el ambiente de la madre y su desarrollo influyen en la red cerebral; algunas teorías indican que podría ser la alimentación, pero esto no se observa en todas las redes cerebrales, por lo que el doctor en Ciencias Biomédicas y su equipo continúan con las investigaciones al respecto.
Prematuros
Al preguntarse si hay alguna diferencia con los neonatos que nacieron de forma prematura, Alcauter Solórzano y su equipo revisaron a un grupo y observaron que las redes y sus conexiones son mejores cuando llegan a término, pero disminuyen si nacieron antes de tiempo.
“Los más prematuros difieren más en la eficiencia de su red, que los grupos a término. Mientras más a término nacen los bebés, mayor eficiencia tendrá su red”, añadió el investigador al ofrecer la charla Desarrollo de la conectividad funcional cerebral en la infancia y adolescencia.
Los estudios de redes en neonatos revelan que su eficiencia aumenta drásticamente durante el primer año de vida; en el segundo no se identifica un cambio drástico. Con estos resultados, se hipotetiza que el incremento en la mielinización (proceso que permite que los impulsos nerviosos se conduzcan con mayor velocidad y, por ende, facilita la comunicación sincronizada de las neuronas) y la conexión a larga distancia contribuyen al aumento en la eficiencia de la red, determinó.
En una investigación a largo plazo se trabajó con un grupo de infantes de entre 6.7 a 18.1 años de edad; fue medido su nivel de desarrollo como el estadio puberal a partir de una escala autoaplicable, abundó Alcauter Solórzano.
Ante investigadores del C3, mostró que los cambios generados por la pubertad se notan primero en las niñas, poco antes de los 12 años; en los niños sucede posteriormente. Además, en ellas parecen terminar antes que los varones.
En su estudio “Development of the Functional Connectome Topology in Adolescence: Evidence from Topological Data Analysis” (eNeuro, 2023), los expertos universitarios mostraron que el cerebro adolescente tiene una estructura topológica más distribuida en comparación con las redes aleatorias, pero está más densamente conectado a nivel local, por lo que esta etapa parece ser un punto de inflexión para mejorar las comunicaciones en el cerebro.
Actualmente una duda que tienen los expertos es qué tanto influye el factor genético en estos procesos, por lo que formaron el Registro Mexicano de Gemelos –hasta abril de 2023 contaba con 2,915 participantes– para estimar la influencia de la genética y el ambiente en diversos fenotipos de salud física y mental, así como habilidades cognitivas y propiedades estructurales y funcionales del cerebro.
“Nuestra intención es medir, precisamente, el peso de factores genéticos y ambientales sobre la variabilidad de las propiedades que estudiamos. Nos acaban de aceptar el primer paper en el que medimos el peso de valores genéticos en la variabilidad del astigmatismo y miopía”, finalizó.
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