Las heridas no las cura el tiempo. En realidad, es el sueño el encargado de hacerlo. Así lo asegura Gerard Maya, miembro de la Sociedad Española del Sueño (SES). Para basarse en esta afirmación, el especialista apunta con el dedo a una palabra o, mejor dicho, a un neurotransmisor: la noradrenalina. Bien, para entenderlo mejor, debemos saber que, mientras descansamos, pasamos por diferentes fases: la no REM y la REM. Esta última tiene lugar cuando ya estamos dormidos profundamente, de manera que todo nuestro cuerpo (salvo nuestros ojos, corazón y musculatura respiratoria) está inmovilizado.
De forma general, nuestros sueños se producen en la fase REM. Es probable que a la mañana siguiente no los recordemos, pero a día de hoy sabemos que todas las noches soñamos, pues es algo fundamental para, como arrancaban estas líneas, “curar las heridas”. “Con el tiempo, a medida que soñamos cada noche en la fase REM, vamos desacoplando la emoción negativa de un recuerdo”, destaca Maya, quien forma parte del grupo de trabajo de Trastornos del Movimiento y de la Conducta durante el Sueño e Hipersomnias de la SES. Vale, pero, ¿qué tiene que ver la noradrenalina con todo esto? El hecho de que tengamos un bajo nivel de este neurotransmisor relacionado con el estrés en el sueño REM ayuda a conseguir que, de forma natural, logremos separar esa emoción negativa que estaba vinculada a una determinada experiencia.
Sin embargo, en caso de que en las horas de descanso la cantidad de noradrenalina sea elevada, no se produce esta disociación, perpetuando así un problema. En este contexto, pueden aparecer diversas alteraciones del sueño, como el trastorno de pesadillas. Maya explica que “se caracteriza por episodios recurrentes de sueños que son desagradables y que consisten eventualmente en una sensación de peligro físico inminente, que pone en peligro la supervivencia”. En este sentido, continúa, “suele producir miedo, ansiedad o terror y, de manera menos frecuente, otras emociones negativas como rabia, vergüenza o disgusto”.
Normalmente, este trastorno suele aparecer en la segunda mitad de la noche, que es cuando nos encontramos en la fase REM del sueño. “Despierta al paciente, quien está orientado y tiene un recuerdo claro de la pesadilla, algo que ayuda mucho a diferenciarlo de otras alteraciones del sueño”, añade el experto.
Por su parte, Ana Fernández Marcos, coordinadora del Grupo de Estudio del Sueño de la Sociedad Española de Neurología (SEN), indica que “estos sueños son tan desagradables y repetidos que, al final, derivan en un problema significativo de angustia sobre la persona”. La especialista agrega que el paciente puede sufrir palpitaciones, así como fatiga o cansancio durante el día al no poder descansar.
Así, se genera un distrés en la vida de la persona que puede influir de forma muy heterogénea, desde afectación del estado de ánimo o de la concentración, hasta del rendimiento cognitivo. Todo ello repercute en todos los ámbitos de la vida del individuo que lo sufre. “En concreto, en el sueño, es posible que provoque miedo a la hora de ir a dormir, además de ansiedad o insomnio”, manifiesta Maya.
Causas del trastorno de pesadillas
En muchos casos, se desconoce qué es lo que puede provocar estas pesadillas tan recurrentes, algo que en medicina se conoce como causa idiopática. “En la población general, este trastorno puede aparecer hasta en el 8% de las personas, pero depende de muchos factores. Uno de ellos es la edad. En los niños es muy frecuente, en los que es probable que surja de forma transitoria. Empieza desde los dos años y medio, hasta los 10”, concreta Maya, quien aclara que también hay diferencias de género: “A partir de la adolescencia, es más frecuente en mujeres”.
Hay algunas enfermedades que predisponen a las pesadillas. La más estudiada y en la que a nivel de tratamiento hay más experiencia es el trastorno por estrés postraumático. “Puede aparecer entre el 70 y el 80% de las personas que padece esta enfermedad”, subraya el miembro de la SES. El abuso de sustancias, el estrés, la ansiedad o determinadas afecciones mentales, como la esquizofrenia, también son motivo del trastorno de pesadillas.
“Los fármacos son otro punto importante porque hay varios que, como efecto adverso, pueden provocar pesadillas. Algunos de ellos son muy frecuentes, como los antidepresivos o los antihipertensivos”, destaca Maya, quien advierte que no solo se refiere al inicio de una medicación, pues a veces el problema está en retirarla. En concreto, si se quitan de golpe los medicamentos que hacen que el paciente tenga menos sueño REM durante la noche, es posible que se origine un efecto rebote, es decir, que la fase REM se alargue y, por tanto, que aparezcan las pesadillas de forma más habitual. Por último, Fernández señala que las personas con apneas del sueño tienen más posibilidad de sufrir este trastorno.
Trastorno de pesadillas: diagnóstico
El diagnóstico es clínico, no hacen falta pruebas ni analíticas. Por regla general, no es necesario acudir al hospital a dormir una noche para realizar lo que se conoce como polisomnografía, es decir, un estudio del sueño. No obstante, “a veces es importante hacerlo si quedan dudas con otros diagnósticos, pues hay otras enfermedades que pueden imitar las pesadillas”, defiende Maya.
Uno de los puntos claves para realizar un diagnóstico diferencial son las parasomnias, que son las alteraciones de la conducta durante el sueño. “Además del sonambulismo, otra de las parasomnias es el terror nocturno, con el que la persona se despierta gritando y sudorosa. Cuando alguien se despierta mucho más taquicárdico, el sueño suele haber tenido lugar en la fase no REM y no es común acordarse detalladamente de su contenido. Asimismo, durante la parasomnia, la persona se mueve como no debiera”, expone el especialista. En este punto, recordemos que las pesadillas normalmente tienen lugar en el sueño REM, cuando el cuerpo está inmovilizado. “Esto nos indica que el paciente probablemente no padezca este trastorno”, concluye Maya.
Cómo se trata el trastorno de pesadillas
Lo primero que el profesional debe averiguar es si hay otro problema psiquiátrico asociado a esta enfermedad porque de ser así, el tratamiento variará. Sin embargo, en caso de que no haya ninguna enfermedad que cause el trastorno de pesadillas, se tratará de forma específica esta alteración del sueño.
“Actualmente, hay dos tratamientos principales: el farmacológico y el no farmacológico. Sobre el segundo, se conoce como la terapia de ensayo en imaginación, que se basa en que el paciente reimagine el contenido de esta pesadilla durante el día, pero intentando que no sea emocionalmente negativo para él. Debe intentar cambiar la historia para que sea neutral o positiva”, detalla el experto de la SES, quien afirma que, repitiendo este ejercicio cada día, con el profesional y en casa, la persona con este trastorno logrará dominar la historia que ella se imagine frente a la de sus pesadillas, que irán disminuyendo e, incluso, desapareciendo. Aparte de esta técnica, recientemente, un estudio publicado en la revista Current Biology registró que la frecuencia de las pesadillas también disminuye con sonidos asociados a experiencias positivas que el individuo vive durante el día.
En cuanto al farmacológico, el paciente puede tomar un medicamento que se llama prazosina, encargado de reducir la noradrenalina de la que hablábamos antes. Maya explica que “este fármaco se dirige a los receptores del cerebro y no permite que la noradrenalina haga su efecto habitual”.
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