Una nueva hepatitis pediátrica grave de origen desconocido ha hecho saltar recientemente las alarmas en todo el mundo. Pero no está sola: existen al menos cinco virus conocidos que causan hepatitis (A, B, C, D y E). Las hepatitis víricas que provocan están entre las cuatro mayores causas de mortalidad a nivel mundial y son responsables de 1,4 millones de muertes cada año. Eso supera con creces a las muertes debidas a tuberculosis, malaria o sida.
Concretamente, en el año 2019 se estimó que alrededor 296 millones de personas en todo el mundo tenían una infección crónica por hepatitis B y actualmente se calcula que 58 millones tienen hepatitis C crónica.
Cuántos tipos de hepatitis existen
En esencia, la hepatitis consiste en la inflamación del hígado cuando se ha lesionado o infectado. Eso significa que sus causas pueden ser variadas: hereditaria, autoinmune si son células del sistema inmunológico las que atacan al hígado, viral, bacteriana, etc. Pero también consecuencia de un alto consumo de alcohol o del abuso de ciertos medicamentos, como una sobredosis con paracetamol.
Las hepatitis víricas se deben a la infección de las células hepáticas (hepatocitos) con alguno de los cinco virus de la hepatitis: A, B, C, D o E. Se diagnostican con anticuerpos específicos (pruebas serológicas) o mediante PCR (pruebas moleculares).
Las hepatitis víricas empiezan como una enfermedad aguda con síntomas similares a la gripe, incluyendo falta de apetito, náuseas, vómitos y malestar general. Si se cronifican, porque el sistema inmunológico no logra deshacerse del virus pasados seis meses, aparecen otros problemas como ictericia (coloración amarilla de la piel, las membranas mucosas o los ojos), hepatomegalia (tamaño exagerado del hígado), ascitis (acumulación de líquido en el abdomen) y oscurecimiento de la orina.
Además, con el tiempo, la hepatitis crónica puede conducir a una fibrosis del parénquima hepático y convertirse en cáncer de hígado, es decir, en un carcinoma hepatocelular.
¿Son graves las hepatitis víricas? Como ya hemos dicho antes, están entre las cuatro causas más altas de mortalidad a nivel mundial. Mientras que el número de muertes anuales por hepatitis C está disminuyendo globalmente, el número de muertes por hepatitis B o D está aumentando.
Variabilidad de los virus de hepatitis y su tratamiento
¿Por qué cada hepatitis vírica se comporta de forma diferente? ¿A qué se deben estos bailes de números entre las distintas hepatitis víricas? Básicamente, a que cada virus de hepatitis pertenece a una familia diferente.
1. Hepatitis A.
La hepatitis A es siempre aguda, causada por un virus ARN, y no requiere tratamiento porque el sistema inmunológico lo elimina en unos seis meses. Su transmisión es oral-fecal, por el consumo de agua o alimentos contaminados, y las zonas de mayor incidencia son la mayoría de países en vías de desarrollo donde las medidas sanitarias y de higiene referente a las aguas potables son deficientes.
Lo más habitual es contraer la hepatitis A mientras se viaja a zonas de alta incidencia o al mantener relaciones sexuales o cuidar a una persona infectada. El consumo de drogas también es un factor de riesgo.
2. Hepatitis B.
La causa el virus VHB, que es un virus ADN que se puede integrar en el genoma de la célula que infecta. Se transmite por la sangre, el semen y otros líquidos corporales y de madre a hijo (transmisión vertical). Genera tanto hepatitis agudas como crónicas. Son estas últimas las que requieren tratamiento.
Su antígeno más importante es el antígeno HBsAg de su superficie, punto de entrada a los hepatocitos y utilizado en su diagnóstico y para la vacunación. Comparte factores de riesgo con la hepatitis A pero, además, tienen riesgo alto de contagiarse con VHB los trabajadores sanitarios en contacto con agujas, sangre o líquidos corporales, y las personas con alguna inmunosupresión, incluidos los pacientes con VIH.
3. Hepatitis C.
Debida al virus VHC, que es un virus ARN de cadena simple. Como el VHB, se transmite a través del contacto con la sangre de una persona infectada o por transmisión de madre a hijo. La hepatitis C es la principal causa de cirrosis, hepatocarcinoma y trasplantes de hígado.
Comparte factores de riesgo que los virus VHA y VHB, pero se añaden los pacientes hemofílicos, en diálisis y personas con tatuajes.
4. Hepatitis D.
Provocada por un virus ARN de cadena simple y circular que se considera defectivo al necesitar la doble infección con el virus VHB y su antígeno HBsAg. Sin él ni siquiera podría generar nuevos virus, al no formarse su envoltura.
Esta doble infección es lo más característico de este virus, porque solo se encuentra en personas ya infectadas con VHB. El virus causa tanto hepatitis aguda como crónica, esta última tan grave que es la principal causa de trasplantes hepáticos en Europa. Las áreas de mayor riesgo de contraer hepatitis D son Europa del Este, la región mediterránea, el medio oriente, Asia, África central y la región del Amazonas en América del Sur.
5. Hepatitis E.
Tiene su origen en otro virus ARN de cadena simple. En países en desarrollo lo habitual es que se contraiga por aguas contaminadas, afectando a adolescentes y jóvenes sobre todo. En países desarrollados se contagia a través de carne de cerdo o caza silvestre poco cocinada, siendo los ancianos los más vulnerables. Este virus genera normalmente una hepatitis aguda que el sistema inmunológico logra contener y en pocas semanas desaparece.
Antivirales que paran al virus y antivirales que lo eliminan
Las hepatitis generadas por el VHB se tratan con antivirales clásicos, o virostáticos, es decir que no eliminan al virus sino que frenan su replicación. Los más usados son entecavir o tenofovir. Recientemente se ha aprobado en Europa un nuevo antiviral, bulevirtida, que imita al antígeno su superficie HBAgs. Este mismo medicamento se ha empezado a usar para tratar las hepatitis crónicas por VHD.
Para las hepatitis crónicas por VHC, primero se utilizaron antivirales clásicos como la ribavirina, pero actualmente hay nuevos antivirales de acción directa que logran su curación total. Los más usados son sofosbuvir, glecaprevir o velpatasvir.
Por eso las muertes por hepatitis C crónicas están disminuyendo, mientras que las muertes por hepatitis B y D crónicas aumentan, indicando que los distintos antivirales no tienen éxito para sus reactivaciones en infecciones.
Como la respuesta inmunológica de los pacientes con hepatitis crónica tampoco logra controlar a estos virus de forma natural, para bajar la incidencia mundial de hepatitis crónica deberíamos desarrollar más herramientas preventivas.
Uno de los mayores problemas en los tratamientos de todas las hepatitis crónicas es que la medicación con los antivirales dura toda la vida del paciente. Además del alto coste que supone para el sistema sanitario, da lugar a la aparición de resistencias y toxicidades. Sin obviar lo incómodo que es para el paciente tratarse de por vida. Por ello, los nuevos antivirales en experimentación son de acción ultra larga (XLA-antivirales), para que se suministren solo una vez al año, tienen carácter semipreventivo y son una de las grandes apuestas en antivirales. Además, tratamiento podría ser adecuado para las hepatitis B y D.
Solo hay vacunas disponibles para las hepatitis A y B
En cuanto al desarrollo de vacunas preventivas contra las distintas hepatitis víricas, disponemos de dos vacunas para el virus de la hepatitis A (VHA) con virus inactivado. Se trata de HAVRIX, de la compañía GlaxoSmithKline, y VAQTA, de la compañía MERCK. Ambas generan una buena producción de anticuerpos y confieren protección de larga duración.
El virus de la hepatitis B (VHB) también cuenta con una vacuna recombinante, con el antígeno de superficie HbAgs. Es segura, eficaz y capaz de prevenir la infección. Se ofrece en el calendario de vacunas español a los recién nacidos, y para adultos mayores de 18 años recientemente se ha aprobado una modalidad de esta vacuna recombinante junto con un inmunomodulador, Heplisav-B.
Para los virus de las hepatitis C, D y E no existen vacunas disponibles hoy en día. La buena noticia es que las aproximaciones experimentales usadas frente al SARS-CoV-2 podrían aplicarse para desarrollar vacunas para estas hepatitis huérfanas de herramientas preventivas. Eso permitiría reducir las cifras mundiales de incidencia y mortalidad, además de proteger a los más expuestos: niños, personas mayores y personas con sistemas inmunológicos débiles, principalmente.
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