Las elevadas temperaturas de la ola de calor pueden alterar las funciones vitales y por ello es fundamental reponer, de forma constante, las pérdidas de agua y sales minerales generadas por la sudoración aumentando la ingesta de bebidas y alimentos con alto contenido en agua.
Desde la Cátedra Internacional de Estudios Avanzados en Hidrataciónadvierten de que si las pérdidas de agua y electrolitos -especialmente sodio y potasio- no se equilibran con su ingesta, se puede desencadenar la deshidratación. Esta alteración ocurre cuando se produce la pérdida del 1% o más de masa corporal, lo que hace que el cuerpo no tenga el agua suficiente para funcionar de forma correcta.
Deshidratación: de leve a grave
Aunque parezca que este desorden no es un problema grave, en casos extremos se trata de una emergencia médica que puede provocar la muerte. Los casos más leves muestran síntomas como dolor de cabeza, debilidad, mareos, fatiga y somnolencia.
En el siguiente estadio, el moderado, la deshidratación se manifiesta con sequedad de boca, poco o ningún volumen de orina, pesadez, pulso cardíaco rápido y falta de elasticidad de la piel.
Los síntomas que alertan de una deshidratación grave son la sed extrema acompañada de la falta de volumen de orina, la aceleración de la respiración, la alteración del estado mental y la piel fría y húmeda.
Golpe de calor, el enemigo más peligroso
La deshidratación no es el único enemigo a combatir con las altas temperaturas de la ola de calor. El golpe de calor es otra grave emergencia médica que requiere asistencia sanitaria inmediata, dado que también puede producir la muerte si no se trata con celeridad.
Esta afección se produce cuando la temperatura corporal alcanza o supera los 39 grados. “El organismo humano dispone de diferentes mecanismos que regulan la temperatura, como el sudor. Con el golpe de calor, estos dejan de funcionar”, explica el doctor Enrique Ciria, responsable de la Unidad de Prevención del Hospital Vithas Nuestra Señora de América.
Las principales señales que apuntan hacia el golpe de calor son la fiebre alta (39-40 grados), la aceleración de la frecuencia cardiaca, los mareos, la confusión mental, la desorientación o la piel caliente, enrojecida y seca, acompañados de una sudoración excesiva que antecede a la desaparición del sudor.
También suelen estar presentes las náuseas y los vómitos, y en ocasiones puede producirse un presíncope o un síncope que hace que el paciente quede inconsciente.
Ante estos síntomas es fundamental acudir al centro de salud más cercano de forma urgente, especialmente si se trata de personas mayores de 65 años o de niños menores de 1, dado que “su cuerpo tiene menor capacidad para regular la temperatura”.
Hasta que el afectado reciba asistencia sanitaria es necesario bajar su temperatura corporal lo antes posible, para lo que se recomienda situarle a la sombra, en un lugar con temperaturas más bajas, y refrescar su piel aplicando hielo o paños mojados. Además, si es posible, se recomienda bañar a la persona en agua fría y lograr, si está consciente, que beba agua.
Prevenir el golpe de calor
Para proteger la salud ante la ola de calor los expertos recomiendan no realizar actividad física en las horas centrales del día, evitar la exposición al sol en los días muy calurosos y mantenerse hidratado.
También se debe huir del alcohol y de las bebidas con cafeína, que contribuyen al incremento de la temperatura corporal, así como de las comidas muy pesadas y grasas, que aumentan las calorías durante su digestión.
Adaptar la dieta durante estos días de temperaturas extremas puede hacer más llevadero el calor y prevenir riesgos evitables. Apostar por las comidas ligeras y por alimentos con alto contenido hídrico puede ser de gran ayuda para mantener un nivel adecuado de hidratación, además de beber agua de forma constante aunque no exista sed.
Alimentos aliados contra la ola de calor
Según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, entre el 70 y el 80% de la hidratación procede de las bebidas, mientras que el 20%-30% restante se obtiene de los alimentos.
El té, el café y los refrescos sin azúcar, las bebidas con sales minerales y electrolitos, la limonada y los zumos de frutas y verduras tienen un alto contenido hídrico. “Es esencial aumentar la ingesta de distintos tipos de bebidas, principalmente agua, siempre como primera opción, y de alimentos que contengan un elevado porcentaje de agua”, advierte profesor Lluís Serra-Majem, el director de la Cátedra y catedrático de Medicina Preventiva de la Universidad de las Palmas de Gran Canaria.
En cuanto a las comidas, las sopas, los consomés y las cremas de verduras pueden contener entre un 85% y un 90% de agua. Las frutas y las hortalizas también poseen una alta proporción hídrica destacando la sandía, el melón, las fresas, las manzanas, las uvas, el pepino, la lechuga, el tomate, el brócoli o la zanahoria.
En menor medida, aunque también de ayuda, son los lácteos y los cereales como el arroz y la pasta, así como las legumbres cocidas, algunos pescados, el marisco, el huevo y las carnes magras. El porcentaje de agua de todos ellos se encuentra por encima del 40%, y algunos alcanzan hasta el 80%.
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