Un escáner cerebral realizado en bebés desde los seis meses de edad puede predecir diagnósticos posteriores del Trastorno del Espectro Autista (ASD), un problema que afecta a 1 de cada 68 niños, según una investigación publicada hoy en Estados Unidos.
El análisis, dado a conocer por la Asociación Estadounidense de Avance de la Ciencia, también destaca que la detección temprana y un adecuado tratamiento de conducta pueden mejorar significativamente la vida de los niños con ASD.
De acuerdo con los resultados de la investigación publicada en la revista especializada Ciencia Medicina Traslacional, algunos indicadores a los seis meses de edad pueden alertar sobre la aparición del trastorno meses o años después.
“Vemos un aumento del índice de crecimiento en la superficie externa del cerebro, los pliegues y el tipo de ondulación de la superficie que es seguido por un crecimiento excesivo del cerebro en el segundo año”, señaló Joseph Piven, de la Universidad de Carolina del Norte Chapel Hill, uno de los investigadores.
El reporte destaca que los signos identificadores de un problema de ASD no aparecen sino “después de los dos años de edad o más tarde”, mientras la relación entre los cambios observados a los seis meses y el autismo fue “de casi el 100 % de precisión”.
Para el estudio, los investigadores escanearon mientras dormían a 59 bebés con alto riesgo de ASD, debido a la presencia del trastorno en familiares, principalmente hermanos.
La investigación recopiló más de 26.000 pares de conexiones funcionales entre 230 diferentes regiones del cerebro usando la técnica conocida como “Imagen de Resonancia Magnética de Conectividad Funcional” (fcMRI).
De los 59 menores, 11 fueron diagnosticados con a ASD a los 24 meses de edad, lo que permitió a los investigadores, por medio de algoritmos, separar los patrones de actividad cerebral que detectaron anticipadamente 9 de los 11 casos.
El estudio destacó que es importante continuar con el trabajo en estas medidas técnicas de detección para extender así el diagnóstico temprano a aquellos bebés que no presentan riesgos familiares de algún tipo de autismo.
Piven resaltó que hasta ahora no se contaba con indicadores biológicos de ASD “antes de que la condición se establezca y los síntomas se desarrollen” y, gracias a este estudio, “ahora tenemos pistas muy prometedoras”.
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