“Esta tecnología no persigue alargar la vejez sino revertirla. En ese proceso un montón de enfermedades, prácticamente, desaparecerán. La medicina que hemos estado practicando hasta ahora, y la que nuestros alumnos están estudiando, cambiará tan radicalmente que quedará relegada a los libros de historia de la medicina”.
La velocidad con la que se dan los avances científicos en distintas áreas, borran de un plumazo cualquier límite que se pretenda imaginar. La incursión en la manipulación genética, en la inteligencia artificial y el desarrollo de nuevos conceptos de la mano de la física cuántica, hacen que el hombre ocupe una posición casi sobrenatural.
Esa metáfora de asociar al hombre con Dios, si bien va en contra de todo canon religioso, trasluce ese mito de la infinitud a la que se aspira de la mano del conocimiento y el saber.
Semejante desafío encuentra terreno fértil en todas las áreas, pero particularmente en las ciencias de la salud. A eso se refiere el artículo “La Medicina del Futuro” (http://medios.unne.edu.ar/es/home/rectorado/item/662-la-medicina-del-futuro) recientemente publicado por el doctor Héctor González, graduado en la Facultad de Medicina de la Unne y actualmente de sempeñándose como Cirujano Consultor en el Hospital de Chelsea and Westminster de Londres.
González plantea que la medicina actual está experimentando un cambio de paradigma. “Existe, en la actualidad, un creciente número de personalidades del mundo científico que se comienzan a preguntar: “De verdad envejecer es inevitable? O la aún mucho más provocativa pregunta: “De verdad la muerte es inevitable?”.
Según este cirujano correntino, hasta el momento la medicina “se ha enfocado en tratar enfermedades tales como las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, las enfermedades degenerativas, el Alzheimer, en forma individual, o conjunta, con la esperanza de que, con ello, aumentaría la expectativa y la calidad de vida de las personas”.
“Pensando de esa manera hemos ido solucionando, o al menos manteniendo a raya, enfermedades una por una. Cada vez que derrotamos o mantenemos una enfermedad bajo control producimos, como resultado, un montón de nuevos viejos. El mundo se va superpoblando de sobrevivientes. Pero estos sobrevivientes viven en unas condiciones de salud que no son para nada deseables”, señala González en su artículo.
Pero ¿cuál es el cambio de paradigma que ciertas elites científicas hoy plantean?, considerar a la vejez como una enfermedad. “No solo es una enfermedad-a pesar que la OMS no la reconozca como tal- sino que es la enfermedad madre de todas las otras enfermedades que nos acosan en los últimos años de nuestras vidas. Si queremos curar el cáncer habremos de curar la vejez primero. La cura del cáncer se nos dará por añadidura. Y también la del Alzheimer, la diabetes tipo 2, y toda la larga lista de cosas que nos matan” señala González.
En ese objetivo de la comunidad científica de curar la vejez, el cirujano correntino presenta en su artículo a Aubrey de Grey, “un ingeniero devenido en gerontólogo, que se ha pasado la mayor parte de su vida tratando de convencer a la comunidad científica mundial que la vejez es una enfermedad y que la muerte no es inevitable”.
El aporte de Aubrey de Grey es la descripción de siete mecanismos moleculares y celulares que contribuyen al envejecimiento. “Cada uno de estos mecanismos se corresponde con una estrategia de tratamiento para revertirlo. El conjunto de estas estrategias constituye lo que Aubrey denominó como Sens (Strategies for Engineered Negligible Senescence). Aubrey se mudó de Cambridge a California donde dirige la Sens Research Foundation en California, coordinando las investigaciones”.
De manera muy didáctica, el actual cirujano consultor del Hospital de Chelsea and Westminster de Londres, describe en un apartado la fisiología del envejecimiento lo que permite entender hacia dónde están enfocadas las investigaciones del nuevo paradigma de la medicina. A continuación, los conceptos salientes:
– Cuando somos jóvenes, el daño que se produce cuando las células se dividen podemos repararlo fácilmente, pero a medida que las células se dividen una y otra vez, llega un momento que el daño acumulado es tal que ya no podemos repararlo y comienza el envejecimiento que culminará con la muerte. Hay una especie de reloj biológico que avanza cada vez que hay una división celular. Pero ¿dónde reside ese reloj? fue la primera cuestión que había que contestar si queríamos pararlo, o atrasarlo.
-El premio Nobel de Medicina en el 2009 fue concedido a Elizabeth Blackburn, Jack Szostak y Carol Greider. Descubrieron el rol de los “telómeros” en la protección del material genético durante las divisiones celulares. Los telómeros son como unos capuchones ubicados en los extremos de los cromosomas.
Al dividirse una célula, el ADN se copia a sí mismo, pero falla al copiar el extremo del telómero. Esto provoca que en cada división celular los telómeros se van acortando. La longitud de los telómeros se mide en función de las bases nitrogenadas. Inmediatamente después de la concepción, nuestros telómeros tienen aproximadamente 15.000 bases cada uno. Al momento de nacer nos quedan 10.000. Los vamos acortando a medida que envejecemos y cuando llegamos a los 5.000 más o menos, sobreviene la muerte. Acá se responde la pregunta inicial: los telómeros son nuestro reloj biológico. ¿Cómo lo paramos?
En 1997 William Andrews sintetizo, por primera vez, la telomerasa humana. La telomerasa es, nada más, ni nada menos, que la enzima que fabrica los telómeros. Y para darle la marcha atrás al reloj de la vida, para rejuvenecernos, en una palabra, lo que tenemos que hacer es alargar los telómeros. ¿De qué forma?, a partir de la manipulación genética. ¿Es posible?, si, debido a la convergencia de dos hechos concretos: conocemos nuestro manual de instrucciones genético desde el 2000 cuando se completó la secuenciación del código genético humano por primera vez. Por otro lado, porque en la actualidad tenemos un instrumento de altísima precisión para editar el genoma que es una tecnología llamada “Crispr Cas9”.
Para que nos entendamos bien: si alargamos los telómeros alargamos la vida. ¿Hasta cuándo? Hasta que después de muchas divisiones celulares se acorten de nuevo para entonces alargarlos de nuevo. Cabe preguntarnos: ¿Podremos vivir 1.000 años, o indefinidamente, como dice Aubrey de Grey? No lo sé. Probablemente. Pero ese no es el punto.
Esta tecnología no persigue alargar la vejez sino revertirla. En ese proceso un montón de enfermedades, prácticamente, desaparecerán. La medicina que hemos estado practicando hasta ahora, y la que nuestros alumnos están estudiando, cambiará tan radicalmente que quedará relegada a los libros de historia de la Medicina.
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