Cientos de personas que están leyendo estas líneas probablemente hayan sentido en algún momento de su vida que el trabajo, la familia, su relación de pareja o los amigos le superan. Algunos habrán decidido tragar, seguir adelante y no pedir ayuda; o peor, no habrán sabido a quién pedírsela. Y es que una de cada tres familias tiene, ha tenido o tendrá en su seno a una persona con problemas de salud mental, según cuenta Jerónimo Saiz, catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Alcalá y patrono de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental. Este dato visibiliza la situación existente en España sobre un tema que está muy estigmatizado, a pesar de que «cuando uno tiene un problema de salud mental tiene un problema de salud», sentencia el especialista.
«Si se tiene un problema de salud física se debe acudir a un profesional que pueda ayudar, cuando uno tiene un problema de salud mental también tiene que hacerlo», relata el catedrático. De hecho, la OMS define salud como «un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». Los psicólogos y los psiquiatras son los principales profesionales para ayudar a la gente que siente mermado su bienestar psíquico, pero el desconocimiento y la estigmatización frente a la salud mental lleva a la gente a no saber diferenciar a estos especialistas y desconocer cuándo consultar a uno u otro.
Tan importante es saber las funciones de cada uno, como tener claro a cuál acudir para evitar que el sufrimiento aumente y pueda cronificarse. Para ayudar a resolver esta disyuntiva, EL ESPAÑOL ha conversado con el citado psiquiatra y con Mª Jesús Álava, psicóloga y directora del Centro de Psicología Álava Reyes, para conocer las diferencias entre sus profesiones y cuándo se debe acudir a cada uno para no equivocarse de consulta.
Diferencias entre psicólogo y psiquiatra
La principal diferencia son los estudios que se realizan para llegar a ejercer estas profesiones. Los psicólogos estudian una carrera específica para ejercer su profesión, y si quieren desempeñar su función en la sanidad pública deben tener la especialidad de psicólogo clínico (se accede a través del PIR); y los psiquiatras estudian medicina y se especializan en esta rama.
Más concretamente, el psiquiatra explica que su profesión «dedica su interés al estudio, tratamiento y prevención de las enfermedades mentales«. Estos profesionales utilizan una «tecnología básicamente médica, en la que están implícitos el funcionamiento del cerebro, del organismo humano, de las enfermedades y tratamientos médicos y quirúrgicos; y por supuesto la medicación, una diferencia clara con los psicólogos», destaca.
«Hay un grupo importante de enfermedades psiquiátricas para las que el uso de medicación es necesario, por ejemplo la esquizofrenia, el trastorno bipolar o los casos más graves de depresión», ejemplifica. Pero matiza que la frase de que «los psiquiatras solo recetan pastillas, está equivocada», ya que emplean más técnicas, incluido el tratamiento psicológico.
Asimismo afirma que tanto a la psiquiatría como a sus pacientes les «perjudica el estigma que existe sobre la enfermedad mental». Un hecho que provoca que las personas que notan disminuida su capacidad psíquica para afrontar los problemas que padecen prefieran ir al psicólogo aunque «ciertas enfermedades requieren ser abordadas desde el punto de vista farmacológico».
Por su parte, la psicóloga destaca que «la mayoría de las dificultades del día a día son un tema de psicólogo«. Esta profesional apunta a problemas de pareja, trabajo, tensión, estrés, de sentirse inseguro o con la autoestima baja.
«Pero cuando llega un momento que no sabes por qué de repente te encuentras fatal y no tienes fuerza para levantarte de la cama y al día siguiente tienes una euforia enorme y obsesiones, o sientes que alguien te está persiguiendo, se trata de situaciones que entran en el ámbito puro de las enfermedades mentales por lo que se debe acudir al psiquiatra», añade la directora del centro de psicología.
Ambos profesionales coinciden en que los enfoques pueden ser mixtos, lo que implica que intervenga tanto un psicólogo como un psiquiatra. «Hay muchos casos que se llevan en conjunto y el que se beneficia es el paciente», explica la psicóloga. «Hay muchos tratamientos que pueden ser combinados, algo que es muy frecuente por ejemplo en temas de depresión en los que una persona necesita ayuda a nivel de medicación y también terapéutica», destaca el catedrático reforzando este aspecto. Del mismo modo, señalan que entre los propios profesionales se derivan los pacientes en función de lo que sea mejor para cada persona.
¿A quién acudir?
Una vez presentados los dos perfiles de profesionales, pueden seguir surgiendo dudas de cuál es el más adecuado. Por ello, el catedrático recomienda -desde la perspectiva de la sanidad pública- que la persona que guíe al paciente hacia el psicólogo o psiquiatra sea un médico de familia: «Cuando uno tiene un problema de salud mental tiene un problema de salud y tenemos en este país un sistema de salud pública ejemplar y con buenos medios, por ello la puerta de entrada es un médico de familia». «Los médicos de familia tienen la formación y la capacidad, a veces lo que no tienen es el tiempo necesario para atender de una forma adecuada, por lo que son los que pueden recomendar una opción u otra», recalca.
Pero matiza que «no hay que dogmatizar, puede haber un problema determinado, por ejemplo, con un niño que tenga un problema de rendimiento escolar y, a lo mejor, lo más lógico es acudir a un psicólogo o quizás a un neuropediatra, pero no hay una recomendación absolutamente clara».
Respecto a la duración y frecuencia de cada consulta estos expertos coinciden en que depende de cada caso y el nivel de profundización que necesite cada paciente. En el caso de la sanidad pública (psiquiatras y psicólogos clínicos) «hay atribuidos unos tiempos para las primeras consultas -entre una hora y una hora y media- y otros para las revisiones -entre 20 y 40 minutos-«, explica el catedrático.
Para elegir un buen profesional, la psicóloga señala que lo primero que hay que hacer es «preguntar cuál es la metodología que sigue (como son la humanista, la cognitivo conductual o el psicoanálisis), cuánto tiempo lleva ejerciendo y cuál es su especialidad». Y por supuesto, el psicólogo «únicamente es el licenciado o graduado en psicología, algo que es muy evidente, pero hay gente que hace terapia sin tener la titulación».
La psicóloga ejemplifica con casos que llegan a su consulta habiendo sido previamente atendidos por supuestos terapeutas o personas que se han sometido a técnicas de coaching: «Por ejemplo los tratamientos de la ansiedad o la baja autoestima se encuentran dentro del ámbito de la psicología y hay que tener cuidado».
Ni el tiempo todo lo cura, ni si tienes un buen amigo no necesitas un psicólogo
Para la psicóloga la creencia de que el tiempo todo lo cura «es uno de los mayores errores que hay, mucha veces los tratamientos son mucho más largos porque la gente ha tardado en acudir». «Si es un problema que vives día a día normalmente el tiempo no ayuda, lo agrava», añade.
«No es lo mismo una persona con una crisis de pánico que se acerca a la consulta después de sufrir una, que otra que viene después de haber sufrido cuatro, hay un sufrimiento inútil que se podría haber evitado«, ejemplifica la especialista.
Siguiendo con frases típicas, la directora del centro de psicología desmiente por completo aquella de «Si tienes un buen amigo no necesitas un psicólogo». «Si tienes un buen amigo tienes una buena persona para conversar, pero aunque un amigo tenga su mejor intención, le faltan los recursos que tiene un especialista para hacer un análisis adecuado», destaca a la vez que sentencia que «a veces no solo no te ayuda, sino que pierdes al amigo».
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