El verano es la excusa perfecta para mimar nuestros pies un poco más, pero no nos olvidemos que esta época plantea un desafío para ellos: deben lidiar con altas temperaturas, ir enfundados en sandalias o chanclas o incluso andar sin calzado alguno alrededor de la piscina, sus duchas o los baños. Estas prácticas “de riesgo” pueden generar problemas como hongos, papilomas y ampollas.
Dos tipos de infecciones según su víctima
Las infecciones fúngicas, causadas por hongos, pueden convertirse en enfermedades graves si no se tratan. El verano es un momento idóneo para que esos oportunistas microscópicos se asienten en nuestros pies, ya que prosperan en ambientes cálidos y húmedos.
Para conocer más las infecciones por estos microorganismos, debemos diferenciar dos tipos según el tejido afectado: la piel o las uñas.
En el primer caso nos enfrentamos a la dermatomicosis, un mal también conocido como pie de atleta (tinea pedis) que cursa con picor intenso, enrojecimiento, descamación, molestias y, en ocasiones, ampollas y mal olor entre los dedos. Producida por dermatofitos (un tipo de hongos que infectan diferentes tejidos, descomponiendo y utilizando la queratina de las capas externas que se encuentra principalmente en la piel, las uñas y el cabello), es la patología fúngica más común en los pies.
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En segundo lugar tenemos la onicomicosis. Esta infección deforma las uñas, que se vuelven gruesas, frágiles y quebradizas, y las tiñe de un color verde-amarillento. También provoca mal olor y a veces dolor, debido al engrosamiento. El principal causante es el hongo Trichophyton rubrum, aunque la pueden generar otros dermatofitos, levaduras y mohos no dermatofitos.
Precauciones para mantener a los hongos a raya
¿Y cómo podemos prevenir la aparición de hongos en los pies? Aunque uno de los mayores placeres del verano es la posibilidad de caminar descalzo, disfrutar de la sensación de pisar la arena mojada de la playa, el césped de la piscina o las piedras de un arroyo, es importante tener precaución para evitar la invasión de los oportunistas.
Entre los métodos para reducir la incidencia de las infecciones fúngicas están mantener una higiene adecuada y usar calcetines de fibra natural o técnicos (fabricados con tejidos que conservan los pies secos, frescos y bien ventilados). Debemos cambiarlos diariamente o varias veces al día si nos sudan mucho los pies, con el fin de evitar la acumulación de humedad.
También conviene utilizar antitranspirantes para controlar el exceso de sudor; evitar caminar descalzos en lugares públicos como piscinas, duchas y gimnasios; utilizar el calzado adecuado para cada momento –preferiblemente que permita la transpiración–; evitar un uso prolongado de calzado cerrado, y optar por sandalias o chanclas en ambientes húmedos.
En resumen, los hongos se contagian más fácilmente donde hay calor y humedad y una alta concurrencia de personas.
Si hay que curar, acuda al especialista
Si a pesar de todas las precauciones ha acabado contagiándose, intente evitar el autocontagio y la transmisión a otras personas y acuda al especialista para que paute el tratamiento más adecuado. Este puede ser tópico en estadios iniciales: cremas o geles antifúngicos para las infecciones en piel y lacas antifúngicas en el caso de las uñas. Sus principios activos son el ciclopirox al 8 %, el clotrimazol, la terbinafina y el miconazol, entre otros.
Cuando la infección es más grave o se mantiene en el tiempo, pueden prescribirse antifúngicos orales: fluconazol, itraconazol o terbinafina, entre otros. Estos requieren supervisión y seguimiento debido a los efectos adversos asociados.
Calzado veraniego, higiene y protección solar: los otros cuidados
Además de los hongos, los pies también pueden sufrir otros daños en época estival. Como adelantábamos antes, el verano es sinónimo de actividades al aire libre, que ponen a prueba nuestras extremidades inferiores. Si realiza algún deporte específico debe utilizar el calzado que se adecúe a esa actividad, ya sean unas zapatillas de pádel, para evitar resbalones en la pista, o unas zapatillas de trekking si lo suyo es la montaña y precisa un buen agarre al terreno.
Este calzado debe complementarse con unos calcetines técnicos que absorban la humedad. Así se evitan las ampollas y se reduce el riesgo de infección.
Y, por último, los siguientes consejos generales les ayudarán a mantener el bienestar de sus pies:
- Higiene: revise y lávese los pies –basta con agua y jabón– a diario. Recuerde secarlos minuciosamente sin olvidar la zonas entre los dedos; estas son húmedas y oscuras y, por tanto, ideales para las infecciones.
- Hidratación: recuerde mantener los pies limpios e hidratados. Lo recomendable es una crema hidratante específica con un 10 % de urea. Con un porcentaje más elevado, el producto ya no será hidratante y sus efectos no serán los deseados.
- Protección solar: no olvide que la piel de los pies también se debe proteger del sol. Recuerde aplicar el protector en el empeine y el dorso de los dedos para evitar quemaduras.
Mantener los pies saludables no es sólo cuestión de estética o comodidad, sino que es fundamental para nuestra salud general. Cualquier problema en ellos puede terminar afectando a nuestra calidad de vida.
Este artículo fue publicado previamente por la Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación (OTRI) de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
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