Cuando se habla de adicciones inmediatamente nos viene al pensamiento que se puede ser adicto al alcohol, al tabaco, a alguna droga o a cualquier sustancia que provoque placer o sensaciones placenteras.
Las drogas alteran el sistema nervioso a nivel cerebral y perturban su correcto funcionamiento afectando la conducta, el estado de ánimo o la percepción de quien las consuma, además causan dependencia física y/o psicológica. Generan sensaciones que suelen ser placenteras y con el tiempo se incrementa la cantidad que se requiere para sentir esas sensaciones.
Las sustancias que causan adicción generalmente se consideran prohibidas, aunque ¿existe alguna sustancia que cause adicción y no sea prohibida? La respuesta es sí, hay algunas otras sustancias que no son drogas, alcohol o tabaco y que también producen sensaciones placenteras, algunas investigaciones han identificado que provocan ciertas señales en el cerebro, estamos hablando de la “comida”.
La comida es un elemento de la naturaleza que nos provee de energía, nutrientes y una gama de olores, colores y sabores muy agradables y que son sustancias que a los ojos de mucha gente podrían no ser dañinas.
La comida tiene un papel hedónico. Hay alimentos dulces, salados, agridulces, ácidos, picantes, que no solo proporcionan energía o nutrimentos, producen un placer en su ingesta. Hedónico se refiere a que produce cierto placer al contacto con el alimento y tiene una respuesta fisiológica, en este caso involucra a los “centros de recompensa” del cerebro al momento de oler, ver o hasta pensar en ciertos alimentos. La comida, a diferencia de las drogas, no causa el mismo efecto de alteración en la conducta, pero la ingesta sí se ve alterada por estados de ánimo.
A lo largo de la vida la comida se ha utilizado como sustancia de premio, recompensa y consuelo, de tal manera que se conjuga con ese papel hedónico y así se van creando recuerdos que vinculan al alimento con momentos placenteros. ¿Cuántos momentos de placer con la comida se van guardando en nuestros recuerdos a lo largo de la vida?, se van creando tantos momentos de esta índole que a veces comemos solo por “hambre emocional” sin reconocer la diferencia entre hambre, antojo y saciedad.
Diferentes estudios han demostrado que consumir alimentos preferidos estimula la producción de neurotransmisores como la serotonina y las endorfinas que mejoran “el estado de ánimo”, sin embargo, este proceso que es natural puede llegar a convertirse en el o los alimentos de una “felicidad” no tan real y empieza un círculo de vínculos emocionales con la comida “placentera” que a veces es muy difícil de parar y de romper.
Es aquí donde empiezan los problemas con la ingesta alimentaria, porque cuando se consumen alimentos únicamente por placer, sin sentir hambre fisiológica, llegan a los excesos que provocan consecuencias a la salud, además de que interferimos en las señales de hambre y saciedad que nuestro cerebro maneja. Cuando no dejamos que esas señales se perciban correctamente creamos hábitos alimentarios inadecuados, y en muchos casos, se llegan a transformar en un trastorno de la conducta alimentaria, como el trastorno por atracón, en el cual se pierde el control de la ingesta alimentaria y se usa la comida buscando un “cambio de ánimo”.
Los platillos o alimentos preferidos puedan llegar a ser adictivos provocando un daño físico y emocional, ya que cuando se llega a ese círculo vicioso de comer sin poder parar y después sentir culpa, muchas veces se buscar “enmendar” el consumo excesivo y por lo tanto se recurren a conductas no saludables como la restricción, el ayuno, el ejercicio compulsivo, la ingesta de agua excesiva, el uso de diuréticos o laxantes que dañan la salud y que terminan convirtiéndose en un doble problema.
Las señales de hambre y saciedad funcionan de una manera increíblemente perfecta y para ello es importante sentirlas para no sobrepasar nuestro requerimiento energético y nutrimental por lo que debemos atender a ciertas recomendaciones como: 1) no usar los alimentos como método de recompensa o consuelo para no crear vínculos comida-emoción inadecuados, 2) aprender a identificar las señales de hambre fisiológica que nos envía nuestro cuerpo, 3) establecer horarios claros para nuestros alimentos y no comer con exceso de hambre que nos lleva a consumir alimentos de manera desmesurada y no percibir las señales de saciedad. Llevar a cabo estas recomendaciones nos ayudarán a crear hábitos y vínculos alimentarios saludables.
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