La sepsis consiste en una respuesta inflamatoria del cuerpo humano que actúa como un mecanismo de defensa ante una infección grave, generalmente producida por bacterias, aunque también puede estar desencadenada por otros microorganismos como hongos, virus o parásitos. Esta reacción exagerada del sistema inmune es realmente grave y puede llegar a causar la muerte en aproximadamente uno de cada tres casos, ya que impide que la sangre realice sus funciones con normalidad, pudiendo formarse coágulos de pequeño tamaño que interrumpen el flujo sanguíneo a órganos vitales.
Para poder comprender mejor en qué consiste es necesario definir algunas formas en que se manifiesta la sepsis, que ordenadas de menor a mayor gravedad, son:
- Bacteriemia: presencia de bacterias en la sangre. Hablamos de viremia, fungemia o parasitemia para referirnos a virus, hongos y parásitos respectivamente. La bacteriemia no es en sí una manifestación de la sepsis, pero sí es un requisito necesario para que ésta ocurra. Sin bacteriemia no hay sepsis.
- Síndrome de respuesta inflamatoria sistémica (SRIS): es una inflamación generalizada, producida por una infección (microorganismo patógeno) o por otros procesos (pancreatitis, traumatismos, hemorragias, etcétera) que se reconoce por la presencia de dos o más de los siguientes fenómenos:
- Fiebre (temperatura corporal mayor de 38ºC) o hipotermia (temperatura menor de 36ºC).
- Frecuencia cardíaca mayor de 90 latidos por minuto.
- Frecuencia respiratoria mayor de 24 respiraciones por minuto o cantidad de dióxido de carbono en sangre baja (esto ocurre cuando la respiración es más acelerada de lo normal, por lo que se elimina más rápidamente el dióxido de carbono).
- Leucocitosis (es decir, más de 12.000 glóbulos blancos por microlitro de sangre), leucopenia (menos de 4.000 glóbulos blancos por microlitro de sangre), o lo que se conoce en términos médicos como ‘desviación izquierda’ (es decir, presencia en la sangre de más de un 10% de glóbulos blancos inmaduros, cuando lo normal es que este porcentaje sea menor).
- Sepsis grave: asocia, además de lo descrito anteriormente, datos que indican una disminución de la circulación sanguínea en algunas regiones del cuerpo como, por ejemplo, la presencia de una tensión arterial baja o una disminución de la cantidad de orina expulsada. Una sepsis grave conlleva un riesgo de mortalidad elevado.
- Shock séptico: sepsis grave con tensión arterial baja que persiste a pesar de la administración de sueros intravenosos (que deberían contribuir a aumentar ésta), por lo que es necesario administrar fármacos intravenosos con el objetivo de conseguir una elevación de la tensión arterial.
Epidemiología de la sepsis
A nivel mundial se producen en torno a 18 millones de casos de sepsis cada año. La incidencia de sepsis grave varía según los estudios y la población estudiada, pero aproximadamente es de 2-3 casos por cada 1.000 habitantes, y se da en dos de cada 100 pacientes ingresados en un hospital. Es especialmente frecuente en las Unidades de Cuidados Intensivos, donde aproximadamente el 40% de los pacientes desarrollan una sepsis, de mayor o menor gravedad.
Se trata pues de un fenómeno cada vez más común, de hecho, en el contexto de la actual pandemia de coronavirus se estima que la sepsis supone la principal causa de muerte entre los infectados por COVID-19.
Sin embargo, la mortalidad se ha reducido debido a la mejora de los cuidados y a la existencia de antibióticos cada vez más potentes para tratarlas. Aún así, cada día mueren por una sepsis unas 1.500 personas en todo el mundo.
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