En una emergencia sanitaria tan prolongada como la que vivimos, y en la que el cansancio y el hastío invaden a casi todos, es necesario que las instrucciones emanadas de las autoridades para combatirla sean muy concretas y estén de acuerdo con las realidades científicas establecidas en cada momento.
«No quieren decir que tocando el pomo de una puerta o cogiendo un objeto de la mano de un positivo nos vayamos a infectar»
En los primeros momentos de la pandemia y en medio del desconocimiento general sobre el virus, se implementaron algunas medidas basadas en la protección frente a virus similares, aunque obviamente no iguales, otras condicionadas por las posibilidades reales de aplicación, como ocurrió con el tema de las mascarillas, primero innecesarias, luego recomendables y finalmente obligatorias, y otras, en fin, improvisadas sobre la base de prueba y error.
La tríada
Un año después, la tríada distancia, ventilación, mascarilla está plenamente vigente, y ampliamente reforzada y modulada por el descubrimiento de la importancia de los aerosoles en la transmisión aérea y el consiguiente riesgo de los lugares cerrados. Sin embargo, la otra clave en la que se basaron las medidas iniciales, la transmisión por contacto a través de superficies, ha ido perdiendo importancia hasta ser considerada cada día por más expertos como prácticamente irrelevante.
En el inicio de la pandemia, se convirtió en práctica habitual la desinfección de todo tipo de superficies, con gran despliegue de antisépticos y nuevos e imaginativos procedimientos de limpieza. Sin embargo, a principios de febrero de este año, la revista ‘Nature’ publicaba un artículo con el descriptivo título: “Covid-19 rara vez se transmite a través de las superficies». Entonces, ¿por qué seguimos empeñándonos en limpiar a fondo?
Describía los primeros artículos señalando cómo el virus permanecía en superficies de plástico o acero inoxidable durante varios días, lo que llevó a la OMS a alertar de la transmisión mediante superficies contaminadas, los técnicamente llamados ‘fómites’.
La obsesión por la desinfección
Ello provocó la adopción generalizada de medidas de desinfección en casas, colegios, comercios, vehículos, bares… Así como el trabajo a destajo de empresas dedicadas a estas tareas. Proliferaron los guantes, las alfombras desinfectantes de zapatos y en no pocas casas se llegó a desinfectar el calzado, la ropa y todos y cada uno de los paquetes de la compra. Todo aparentemente consecuente con el hecho de que, en el medio hospitalario y habitaciones de cuarentena, se llegara a encontrar RNA viral prácticamente en todos los sitios, desde las gafas a las botellas de agua, duchas, baños…
Pero ya en el mes de julio, Emanuel Goldman, un microbiólogo de New Jersey (EEUU), había publicado un análisis de las evidencias acerca de la transmisión por fómites, en el que concluía que hay muy pocos indicios que apoyen esta posibilidad. Otros muchos autores han apoyado estos hallazgos desde entonces, llegando a la conclusión de que la presencia de RNA viral no significa que haya capacidad de infectar y, de hecho, el propio Goldman lo ha comparado al “cadáver del virus”: no infeccioso.
También ha alertado sobre el riesgo de centrarse en los estudios que señalan la supervivencia del virus en billetes, plásticos, mascarillas, ropas… Pues se trataría de unas situaciones muy extremas, puramente de laboratorio, que no se dan en la vida real. Dicho gráficamente, no quieren decir que tocando el pomo de una puerta o cogiendo un objeto de la mano de un positivo nos vayamos a infectar.
Único caso documentado
De hecho, el único caso aparentemente documentado en el mundo de transmisión por fómites (no quiere decir que no se hayan podido producir otros) ha sido el de un ciudadano chino que, tras sonarse las narices con la mano, apretó el botón de su ascensor, lo contaminó y después llegó otra persona que, tras pulsarlo de nuevo, se introdujo con la misma mano un palillo en la boca, contagiándose de esta forma. Incluso en este caso (uno constatado entre 120 millones), al no disponer de secuenciación genómica no se pudo descartar otra vía de contagio.
El problema es que es más fácil limpiar superficies que mejorar la ventilación en interiores en locales, viviendas u oficinas
El contagio a través de superficies no es por tanto imposible, pero por lo que hoy sabemos es altamente improbable. El problema es que es más fácil limpiar superficies que mejorar la ventilación en interiores, sobre todo en invierno, y que además se ha inducido a la gente a hacer equivaler desinfección con seguridad.
El resultado es que los gobiernos, las empresas y la gente en general seguimos gastando grandes cantidades de tiempo, dinero y esfuerzos en la limpieza anticovid. Se estima en 4.500 millones de dólares el gasto mundial en desinfectantes de superficie en 2020, con un 30% de aumento respecto al año anterior. Solo la empresa de transportes de Nueva York gastó en fumigaciones y desinfecciones 484 millones de dólares, pero en una encuesta realizada al efecto, el hecho de que el vagón o el autobús estuviera desinfectado fue lo que más seguridad transmitió al usuario.
‘Teatro pandémico’
No en vano se ha acuñado la expresión ‘teatro pandémico’ para referirse a una serie de medidas anticovid que en su día se recomendaron, pero que a la vista de los conocimientos actuales no solo son inútiles, sino que hasta pueden ser contraproducentes, como es el caso de cerrar los parques, algo que sufrimos en la primera ola mientras que hoy sabemos que son lugares abiertos muy seguros.
En este apartado podríamos incluir toda una larga serie de medidas de desinfección más o menos sofisticadas, dirigidas teóricamente a luchar contra el virus (y que obviamente mantienen su utilidad frente a otros gérmenes), pero que en realidad lo que proporcionan es una falsa seguridad. No es fácil romper esta inercia y sin duda van a seguir estando con nosotros bastante tiempo sin que mucha gente se cuestione su utilidad.
En resumen, la tríada distancia, ventilación, mascarilla (vacunas aparte) es, por lo que sabemos hoy, lo que realmente protege en la lucha contra el virus. Otras medidas tienen poco de eficaces y mucho de postureo, y lo malo es que pueden acabar distrayendo de lo que verdaderamente importa.
Artículos Relacionados: