En las semanas anteriores vimos los cambios que, en el proceso del envejecimiento, se producen en los sistemas cardiovascular, respiratorio y digestivo, así como la manera en que afecta a nuestros sentidos. Hoy vamos a centrarnos en los cambios que se producen en relación con la memoria.
Es muy importante tener claro que, cuando envejecemos, se producen determinados cambios en la memoria que forman parte del proceso normal del envejecimiento: es decir, que no significa que padezcamos demencia. Asímismo es importante saber qué signos pueden ser indicativos de la necesidad de consultar con un profesional.
Cuando hablamos de la memoria parece que hablamos de una única cosa; sin embargo, hay varios tipos de memoria. Algunos de ellos no necesariamente disminuyen a medida que llega la vejez, pero otros sí. Nos estamos refiriendo, claro está, al proceso normal de envejecimiento, es decir, cuando no hay una enfermedad.
El tipo de memoria que no necesariamente empeora es la memoria semántica. Este tipo de memoria abarca el conocimiento del lenguaje o del vocabulario que hayamos ido adquiriendo a lo largo de la vida. Incluso es posible llegar a mejorarlo. También incluye conceptos y hechos generales, como por ejemplo qué es un lápiz y para qué sirve. Son aspectos no relacionados con nuestras experiencias.
Otro tipo de memoria que se mantiene inalterada es aquella que nos permite recordar cómo se hacen las cosas, como por ejemplo manejar un coche o escribir. Eso sí, tienen que ser actividades que hayamos aprendido y practicado con anterioridad.
La memoria que sí puede, y suele, disminuir es la memoria episódica. Esta memoria se refiere a los eventos que hemos vivido, a nuestra autobiografía. Son aquellos hechos que pueden ser narrados, puesto que de los hechos no narrables, como por ejemplo un olor que nos recuerde nuestra infancia, se ocupa la memoria emocional. La memoria episódica también se ocupa de detalles de nuestra vida cotidiana, lo que puede dar lugar a que ocasionalmente no recordemos dónde hemos dejado las llaves o qué íbamos a comprar.
Esos son los cambios básicos que iremos notando a medida que envejecemos. Sin embargo, hay una serie de signos relacionados con la memoria que, en caso de percibirlos, habría que consultar con un profesional. Entre ellos estaría, por ejemplo: perdernos en una ruta que para nosotros es conocida; no ser capaces de seguir una receta de cocina con la que estamos familiarizados; tener dificultad para manejar nuestras cuentas mensuales; pedir repetidamente la misma información; depender de familiares en cosas que antes hacíamos por nuestra cuenta u olvidar eventos importantes. Con ello no quiero decir que estas situaciones sean diagnósticas de una enfermedad en concreto, pero sí que debería valorarlo un especialista. Además, no hay que perder de vista que hay muchas situaciones, no sólo las demencias, que pueden afectar a la memoria, como por ejemplo un proceso de deshidratación, el estrés, algunas medicaciones o la nutrición, entre otras.
También la atención puede verse afectada con la edad. Es normal que nos cueste más mantenerla o que nos distraigamos con más facilidad.
Aunque sea normal ir notando todos estos cambios, es un hecho que cuanto más activa mantengamos nuestra mente el deterioro normal de la edad se producirá más lentamente. Existen algunas actividades que ayudan a mantener la mente activa, por ejemplo: leer, escribir, hacer crucigramas o sudokus, juegos de preguntas, realizar actividades sociales o ejercicio físico, como por ejemplo andar. Asímismo existen algunas actividades que ayudan muy concretamente a la memoria, como por ejemplo jugar a emparejar cartas boca abajo o recordar listas de cosas. También hay otras que ayudan muy especialmente a la atención, como encontrar las diferencias entre dos imágenes similares o decir una lista de números en el orden inverso al que se han escuchado. Son todas ellas actividades que podemos practicar solos, con amigos o en familia: actividades sencillas, divertidas, que nos ayudarán a mantener la mente activa, a practicar la memoria y la atención y contribuyen a ralentizar su deterioro.
La próxima semana veremos los factores que influyen sobre las caídas y cómo minimizarlos.
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