Se puede inventar, fabular y conspirar pero sólo a veces, y en el peor de los casos, el miedo se volvería real. La hipocondría, decía Sigmund Freud, es el enamoramiento de la propia enfermedad. O la enfermedad inventada y buscada que dijeron otros. O la pesadilla diurna que escribió Charlotte Brontë («La hipocondría hace de mí una constante pesadilla diurna»).
¿Qué debe existir o qué debe tener una persona para considerarla como hipocondríaca? Fundamentalmente, tres cosas: miedo, preocupación y/o creencia. Es decir, tener un miedo excesivo a padecer y/o desarrollar una enfermedad, que normalmente suele ser grave y mortal. Tener preocupación excesiva por creer que se tiene, y por último, tener la creencia y la certeza de que uno posee realmente esa enfermedad.
Según la nueva clasificación del DSM-V, manual por excelencia de los psiquiatras, la hipocondría, denominada ahora trastorno de ansiedad hacia la enfermedad, está recogida dentro de los trastornos de síntomas somáticos. Debido especialmente a la naturaleza reciente de su condición (antes la medicina no prestaba atención a estos pacientes) y a la poca precisión de su definición, es difícil cuantificar su prevalencia, de hecho ésta difiere según estudios y no se pueden dar datos concluyentes, pero sí se recogen algunas estimaciones. Por ejemplo, «el 28,8% de las personas que acuden a las consultas de Atención Primaria tiene somatizaciones. De ellas un 1% podría ser hipocondríaca», señala a EL MUNDO Antonio Cano, presidente de la Sociedad Española del Estudio para la Ansiedad y el Estrés y catedrático de Psicología de la Universidad Complutense.
El doctor José Ángel Arbesú, médico de familia del Centro de Salud de La Eria, en Oviedo y coordinador del Grupo de Trabajo de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN), ofrece datos muy similares: «La prevalencia en Atención Primaria podría estar entre el 1-2% de los pacientes atendidos por el médico de familia. Suele comenzar en la segunda década de la vida y no hay diferencias de género u otras variables socio demográficas».
Es importante diferenciar entre la somatización y la hipocondría. Según explica Jerónimo Fernández Torrente, médico general del Centro de Salud La Milagrosa de Lugo, el paciente que somatiza centra su atención en el síntoma. Es decir, se preocupa por el síntoma físico que suele tener un origen psicológico (ansiedad, estrés, etc.) Pero no tiene el miedo o la preocupación excesiva por desarrollar una enfermedad que sí tiene el hipocondríaco. Es muy importante esta distinción, pues si no «todas las personas que somatizan serían hipocondríacas, y no es así», aclara.
Personalidad obsesiva, ansiosa y nerviosa
Los especialistas aseguran que no existe un perfil característico de las personas hipocondriacas pero sí es cierto que este problema «tiene mucho que ver con los trastornos obsesivos o con una personalidad marcadamente obsesiva», expone Cano. También son personas que suelen tener un componente elevado de ansiedad y suelen por ello, ser más ansiosos y nerviosos: magnifican sus síntomas mucho más que cualquier otra persona. Por este motivo, muchos autores relacionan este trastorno con la ansiedad.
Sin embargo, destaca Fernández Torrente, a pesar de que no existe un perfil real de las personas con este trastorno, resulta curioso el elevado número de personajes célebres que lo largo de la historia han padecido o tienen hipocondría. Por ejemplo, Woody Allen, Charles Darwin, Charles Chaplin o la escritora Charlotte Brontë. «Es como si hubiera una relación entre el miedo y la creatividad desmedida», apunta esta especialista.
Pese a todo, y para definir de forma correcta a la persona hipocondriaca, añade el profesor Cano, estos pacientes comenten fundamentalmente dos tipos de errores: Uno es magnificar los síntomas de ansiedad, y el otro, anticipar una realidad que no va a ocurrir. Realmente, no son conscientes de que tienen un problema psicológico, ellos no saben que son hipocondríacos porque el miedo les puede. «Es como cuando a un niño le explicas que el ‘coco’ no existe», dice. Tú le explicas e insistes en que el ‘coco’ no va a venir, y el niño puede tranquilizarse, pero por la noche o en cualquier otro momento, vuelve a tener ese miedo. De hecho, y según apunta Antonio Luis Maldonado Cervera, director del Centro de Psicología ALBORAN, «el 90% de los hipocondriacos no reconoce que tiene un problema psicológico».
El paciente hipocondriaco, tiene una preocupación excesiva por su cuerpo, se cuida en exceso y presta demasiada atención a su cuerpo. Pero sin duda, recalca este experto en Psicología, estas personas hacen un largo peregrinaje por las consultas de Atención Primaria: van numerosas veces al médico y solicitan además hacerse pruebas. Por ello, el papel del médico de familia, también en estos casos, se vuelve fundamental.
‘Padre hipocrático adoptivo’
La primera puerta a la que llama el paciente hipocondríaco es a la de su médico de cabecera. Por ello, Fernández Torrente recuerda el libro ‘Cartas de un hipocondríaco a su médico de cabecera’, del escritor Chumy Chúmez. Según relata el doctor, en este libro, Chúmez habla de la importancia de su médico, de la confianza que deposita el enfermo en el médico buscando no sólo al profesional sino también a la persona que se preocupa más allá del dispositivo asistencial. Chúmez llamó a su médico, 20 años más joven que él, tal como relata en su libro, ‘padre hipocrático adoptivo’. El paciente busca atención y dedicación.
Pueden ser pacientes de difícil abordaje para los que «se necesita tiempo suficiente en consulta (algo que como es sabido escasea en nuestros centros de salud) y así evitar pruebas diagnósticas y derivaciones a otros niveles de atención que no serían necesarios», añade el doctor Arbesú. Conocer a los pacientes es algo fundamental. Por eso, debe ser el médico de Atención Primaria quien derive a su paciente a una Unidad de Salud Mental. Si una persona se pasa seis meses realizándose pruebas y yendo a distintos especialistas, debe derivarse a una Unidad de Salud Mental. Todo lo que pase de seis meses, insiste Fernández Torrente, debe ser trasladado a estas unidades y debe existir además, una buena coordinación entre servicios . El trabajo coordinado y conjunto es fundamental.
Por su parte, el profesor Cano recomienda también la terapia psicológica para el tratamiento fundamentalmente de carácter cognitivo-conductual, ya que la hipocondría radica, sobre todo, en la creencia y la preocupación desmedida. Sentir miedo por tener una enfermedad es normal, matiza Maldonado, nadie está exento de ello. Por ejemplo, de una escala del uno al 100, lo normal es tener 40-60, pero no ese miedo excesivo.
Para los pacientes que lo manifiestan de esa forma, explica esta especialista, lo que se hace en consulta es aplicar técnicas de exposición. Por su parte, para las personas que manifiestan su hipocondría como una creencia real de que tienen esa enfermedad, se les aplica una terapia cognitiva, para hacer sobre todo una retribución de los síntomas, porque el paciente lo que hace es dar una explicación a sus síntomas que no son reales. El porcentaje de éxito con terapia conductual, concluye Maldonado, es en la actualidad superior al 80%.
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