Yan, ha estado usando metanfetamina desde 2011 tras el nacimiento de su hijo, una adicción que también le significó una conducta de apuestas de cartas lo que, él estima, finalmente se tradujo en pérdidas cercanas a los 150 mil dólares. Con esto también se alejó de su familia, terminando su matrimonio.
La esperanza es que la tecnología extinga su adicción, literalmente, con solo tocar un interruptor.
El tratamiento, la estimulación cerebral profunda (DBS del inglés Deep Brain Stimulation), se ha utilizado durante mucho tiempo para trastornos del movimiento como el de Parkinson.
Ahora, el primer ensayo clínico de DBS para la adicción a la metanfetamina se está llevando a cabo en el Hospital Ruijin de Shanghai, junto con ensayos para la adicción a los opioides.
Yan es el primer paciente del estudio; por temor a perder su trabajo, pidió que solo se publicara su apellido. A seis meses de la intervención, Yan asegura que se mantiene sobrio y que el dispositivo funciona en su cerebro ayudándolo incluso a negarse a drogas cuando le han sido ofrecidas.
Los intentos occidentales de seguir adelante con los ensayos humanos de estimulación cerebral profunda para la adicción a las drogas han fracasado, incluso cuando China se ha convertido en un centro para este tipo de investigación.
Pero el vasto sufrimiento causado por la epidemia de opioides, sobre todo en los Estados Unidos, puede estar cambiando el cálculo de riesgo-recompensa para los médicos y reguladores.
Ahora, la cirugía experimental que sufrió Yan está llegando a Estados Unidos. En febrero, la Administración de Drogas y Alimentos de EE. UU. Autorizó un ensayo clínico de DBS en West Virginia para la adicción a los opioides.
Hasta ahora, las complejas cuestiones éticas, sociales, científicas y económicas, hacían difícil seguir adelante con este tipo de experimentos en los Estados Unidos, donde los dispositivos pueden costar US$ 100,000 para implantarlos. Mientras que los científicos en Europa han luchado para reclutar pacientes para sus estudios de adicción a la DBS.
A nivel mundial, hay ocho ensayos clínicos de DBS registrados para la adicción a las drogas, según una base de datos de los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos, seis están en China.
La cirugía consiste en implantar un dispositivo que actúa como un tipo de marcapasos para el cerebro, que estimula eléctricamente las áreas específicas.
En lugar de destruir irreversiblemente las células cerebrales (destruían sitios específicos del cerebro), que era el tratamiento usado anteriormente en China, los dispositivos permiten intervenciones que, en teoría, son reversibles.
La tecnología ha abierto un nuevo campo de experimentación humana a nivel mundial.
Algunos creen que no deberían permitirse tales experimentos humanos para la adicción a las drogas. Sin embargo, “para este tipo de trastornos psiquiátricos especiales tenemos que utilizar pacientes humanos“, dijho el Dr. Sun Bomin, director de neurocirugía funcional del Hospital Ruijin.
Los críticos argumentan que son prematuros y que no abordarán los complejos factores biológicos, sociales y psicológicos que impulsan la adicción. Los científicos no entienden completamente cómo funciona la DBS y todavía hay un debate sobre dónde se deben colocar los electrodos para tratar la adicción.
También hay escepticismo en la comunidad científica mundial sobre la calidad general y el rigor ético de los ensayos clínicos realizados en China.
“Sería fantástico si hubiera algo en el que pudiéramos encender un interruptor, pero probablemente sea fantasioso en esta etapa“, dijo Adrian Carter, quien encabeza el grupo de neurociencia y sociedad en la Universidad de Monash en Melbourne. “Hay muchos riesgos que acompañan la promoción de esa idea“.
Mientras tanto, el consumo de drogas se aumentó en un 205% entre 2011-2017 y provocó 160 mil muertes por sobredosis en el mundo durante el 2017. Lo que agrega urgencia a la búsqueda de nuevos tratamientos más efectivos.
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