Un grupo de investigadores de la universidad de Utah liderados por el argentino Carlos Mastrangelo (que nació en nuestro país pero hizo toda su carrera universitaria en Estados Unidos) creó un anteojo muy particular. Por empezar, no usa cristales, sino membranas llenas de glicerina, que cambian su curvatura (su concavidad o convexidad) para modificar su aumento gracias a unos actuadores piezoeléctricos en el marco de los anteojos. Pero además los anteojos llevan un sensor en el puente, que mide la distancia del objeto o el texto que está mirando el usuario; esto modifica el foco de las lentes tomando como base el aumento que prescribió el oculista.
Como una cámara, pueden ir haciendo foco en objetos que están a distintas distancias; a diferencia de un bifocal, por ejemplo, no hay zonas con diferente aumento: cambia el foco de todo el anteojo en 14 milisegundos, lo que evita el clásico gesto de subir o bajar la nariz para encontrar el punto en el que el aumento del cristal se corresponde con lo que queremos ver con claridad.
Estos anteojos evitan usar bifocales, lentes de foco variable o tener que estar cambiando entre varios pares de anteojos según el uso: son las gafas mismas las que cambian su estructura (y por ende, su aumento) según si el usuario mira algo cercano o lejano. Es un único par de anteojos para todo.
«Comencé a trabajar en estas lentes por la edad -explicó Mastrangelo-. Antes veía bien, pero empecé a sufrir presbicia, y necesité lentes para leer. Los que compré no pueden enfocar objetos a varias distancias con un mismo lente. Los odio. Así que empecé a investigar si no se podían hacer lentes de foco variable. Encontré algunos desarrollos sobre lentes líquidas, pero ninguna servía, no eran tan livianas como para usar en anteojos.»
¿Necesita leer un cartel cercano, luego mirar el número del colectivo que está a una cuadra, la pantalla del celular, etc.? Los anteojos serán capaces de cambiar el aumento de las lentes en un instante para que el usuario vea siempre en forma correcta.
«Las lentes líquidas se usan actualmente en las cámaras de algunos teléfonos -dice Mastrangelo-. Hay dos tipos, uno de cristal líquido, que son muy populares porque no necesitan casi energía, pero sólo para aperturas pequeñas; hay otra tecnología para usar dos líquidos que no se mezclan, pero tampoco sirven; nosotros usamos glicerol, que es inerte, es muy barato y tiene un buen índice de refracción, clave para lograr que sirva como una lente».
Pero «falta reducir el grosor, el peso, y refinar el estilo, ahora se ven un poco raros. Estimamos que reducir los componentes para su producción comercial nos llevará 2 o 3 años», explica Mastrangelo.
Estos anteojos adaptativos tienen otra ventaja: como pueden ajustarse a voluntad y a cada persona, servirán por más tiempo, ya que lo único que requieren es que un médico defina (y actualice) la graduación base que necesita su dueño a medida que avanza su edad para seguir siendo útiles.
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