¿Qué es la lactosa?
La lactosa es el azúcar que contiene la leche (de vaca, oveja, cabra, humana…), aunque también está presente en una gran cantidad de productos de consumo diario.
La intolerancia a la lactosa es una patología que consiste en la incapacidad del intestino para digerir esta azúcar. Surge cuando el organismo no produce suficiente cantidad de lactasa, la enzima responsable de descomponer la lactosa en otros azúcares más simples y sencillos de absorber por el intestino. Así, en nuestro colon se origina una fermentación de la lactosa no descompuesta y se generan gases y líquidos que pueden provocar dolores y molestias.
¿Cuáles son las causas de la intolerancia a la lactosa?
Existen múltiples causas de la intolerancia a la lactosa, pero la más frecuente es genética, y se suele manifestar en la pubertad o la adolescencia tardía. Si bien durante la infancia nuestro organismo tiene una alta actividad de producción de lactasa, tras el destete y a medida que crecemos, disminuyen los niveles de esta enzima. Por esta razón, la ingesta de lactosa no afecta a todas las personas del mismo modo, sino que depende del umbral de sensibilidad de cada una.
Además, suele estar asociada a la zona geográfica. Existen regiones que históricamente han utilizado lácteos en su dieta y sus habitantes suelen presentar menos prevalencia de esta enfermedad (países nórdicos, norteamericanos o caucásicos).
¿Cuáles son sus síntomas y a quién afecta esta patología?
Los síntomas más frecuentes de la intolerancia a la lactosa son el dolor e hinchazón abdominal, diarrea, flatulencias, retortijones, vómitos o náuseas.
Estos síntomas aparecen entre 30 minutos y 2 horas después de haber ingerido alimentos con lactosa; y desaparecen entre 3 y 6 horas más tarde.
Los síntomas pueden ser confundidos con los de otras enfermedades digestivas, lo que hace difícil conocer la incidencia real de esta patología entre los españoles, aunque se estima que es cada vez más frecuente. De hecho, se estima que una de cada tres personas adultas presenta esta patología en España, según estima la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD).
¿Existen grados de intolerancia?
Dentro de las personas que sufren intolerancia, se distinguen distintos niveles: hay quienes a pesar de sufrirla no presentan síntomas; quienes los manifiestan tras ingerir un poco de leche; o quienes necesitan consumir una gran cantidad para padecer los mismos efectos.
Por lo tanto, es el especialista quien debe realizar las pruebas pertinentes para diagnosticar la enfermedad, descartar otras posibles causas y establecer el nivel de intolerancia de cada paciente, para luego prescribir el tratamiento adecuado a su caso.
Diez consejos para afrontar la intolerancia a la lactosa
- 1. Evita el autodiagnóstico y no dejes de consumir lácteos sin consultarlo con tu médico.
Ante la sospecha de intolerancia, consulta a tu médico para que descarte otros problemas digestivos y te ayude a tomar las medidas adecuadas a tu caso. - 2. Conoce qué alimentos incorporan lactosa.
Además de en la leche, este azúcar también está presente en algunos productos industriales elaborados. En consecuencia, se puede encontrar lactosa en alimentos tan dispares como salchichas, patés, margarinas, helados, salsas, algunos fiambres y embutidos, cereales enriquecidos, sopas instantáneas y comidas preparadas. - 3. Aprende a leer las etiquetas de los envasados.
Nos servirán de guía para comprobar si un alimento lleva o no lactosa, ya que la legislación vigente obliga a los fabricantes a incluir en ellas de forma clara la información sobre alérgenos. En concreto, deben tomarse precauciones con los que contengan azúcares y grasas de la leche, lactitol (E966), cuajo, suero lácteo o en polvo. Advertencias como “puede contener trazas de leche” también deben tenerse en cuenta. - 4. Los lácteos sin lactosa, tus grandes aliados.
Un amplio número de marcas de leche comercializan gamas de productos sin lactosa que pueden hacer más llevadera la necesidad de excluir parcial o completamente los lácteos de tu dieta. - 5. Complementa tu dieta con otros alimentos ricos en calcio, vitamina D, riboflavina y proteínas.
La falta de leche en la dieta puede producir falta de calcio, vitamina D, riboflavina y proteínas, por lo que puede acompañarse de malnutrición, osteoporosis y pérdida de peso. Por eso, es recomendable ingerir otras fuentes de esos nutrientes: verduras como las espinacas, la acelga o el brócoli; legumbres como las judías blancas, las lentejas y los garbanzos; la yema de huevo; pescados como la sardina, el salmón y el lenguado; las gambas y todos los frutos secos –excepto la castaña-. - 6. Experimenta en la cocina.
Existe toda una variedad de recetas libres de lactosa que podemos preparar nosotros mismos en casa. También podemos acudir a restaurantes que ofrecen menús libres de lactosa. - 7. Consulta a tu farmacéutico sobre complementos nutricionales de lactasa o probióticos.
El farmacéutico puede asesorarte acerca de soluciones nutricionales con lactasa en comprimidos para facilitar la digestión de las personas intolerantes a la lactosa. Su uso permite, en algunos casos, una ingesta de productos con lactosa prácticamente sin restricción. Si nuestro médico o farmacéutico nos los recomiendan, podemos recurrir a estos suplementos en situaciones en las que probablemente se van a ingerir alimentos con lactosa como comidas fuera de casa, celebraciones, etc. También puedes complementar su toma con distintos probióticos, que pueden aliviar algunos síntomas, como la flatulencia y el dolor abdominal. - 8. Presta atención a los medicamentos.
Alrededor del 20% de los medicamentos con receta y gran parte de los fármacos de venta libre contienen lactosa como excipiente, por lo que también deberás tener en cuenta su composición cuando los necesites.
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