Sherwin Nuland fue un médico estadounidense, hijo de inmigrantes judíos, cuya práctica clínica estuvo siempre vinculada al trato con personas que se adentraban en la vejez o afrontaban ya las consecuencias de su envejecimiento. A partir de su experiencia escribió un inspirador libro que, muy acertadamente, tituló “El arte de envejecer”. Su argumento principal es que, a fin de cuentas, envejecer bien también depende de nosotros, de cómo afrontemos nuestro inevitable declive, de que sepamos reconocer nuestras nuevas limitaciones y necesidades y nos adaptemos a ellas no con un espíritu fatalista sino sabiendo reconocer en esa nueva fase de nuestro ciclo vital nuevas oportunidades y satisfacciones.
Cada vez más, en nuestras sociedades, el envejecimiento es un tema sobre el que habitualmente a la gente no le gusta hablar y que incluso evita. Es un tema que a la sociedad en general le genera rechazo, sobre todo por una serie de estereotipos asociados a ella. Estereotipos muchas veces potenciados por los medios de comunicación y que hacen que la sociedad tenga una visión negativa de esta etapa inevitable en nuestro ciclo vital. De ahí que la vejez suela estar erróneamente asociada con conceptos negativos como la tristeza, la soledad o la decadencia. Pero ni todas las personas mayores están tristes ni todos los mayores viven o están en soledad.
Es muy cierto que vivimos en una sociedad centrada en la juventud, donde todo se dirige a ella: el ocio, los anuncios, las actividades… Sin embargo, según los datos publicados por la ENADID en 2018, en México residen 15,4 millones de personas de 60 años o más.
Tal como nos enseña Nuland en el libro arriba mencionado, la vejez es una etapa más de la vida y como tal hay que vivirla. Eso supone vencer y cambiar los estereotipos de los que hemos hablado, pero también supone cambiar la visión personal que tenemos de ella y la manera como la enfrentamos.
La vejez, aunque conllevará cambios en las distintas funciones vitales y psíquicas, tal y como veremos en las siguientes semanas, puede ser una etapa igual de activa, productiva y satisfactoria. Tanto a nivel personal como social, físico o laboral. El envejecimiento no tiene por que suponer el abandono o renuncia de aquello que nos gusta. No es una etapa que lleve necesariamente ese cambio de rol. Y todo eso dependerá, aunque desde luego influirá nuestro estado físico, de cómo lo enfoquemos.
Es cierto que la sociedad necesita un cambio de visión, cambiar la manera como vemos a las personas mayores. No dejarlas de lado. Tomarlas como lo que son: personas en una etapa más de su vida y que, como en cualquier otra etapa, tienen algo precioso que ofrecernos: su experiencia. Pero ese cambio social, sin duda imprescindible, debe empezar en nosotros mismos, en cómo vemos y tratamos a las personas mayores y en cómo enfocamos nuestro propio proceso de envejecimiento.
En las próximas semanas iremos viendo los diferentes aspectos asociados al envejecimiento que nos permitirán no sólo entenderla mejor sino también aprender a adaptarnos a ella: para ello será necesario entender los cambios que se producen en nosotros a nivel físico, psíquico y social. También veremos otros aspectos como la importancia del mantenimiento de la autonomía, los cambios en la alimentación que nos pueden beneficiar y el tipo de ejercicio físico que puede ayudarnos a vivir mejor. Porque, como dijo Sherwin Nuland, saber envejecer puede ser también un arte.
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