Hace tiempo que sabemos que el estilo de vida de los padres influye en sus hijos. Pero un nuevo estudio, publicado en la revista Cell Metabolism, sostiene que quizá los padres podrían tener más que ver con el peso de su futuro hijo de lo que creíamos.
El trabajo no es único en su temática, y, de hecho, se suma a un creciente conjunto de investigaciones que sostiene que las condiciones ambientales y el estilo de vida de los padres antes de la concepción puede influenciar la salud de los niños e, incluso, hasta de sus nietos.
Para el estudio, investigadores de la facultad de Medicina de la Universidad de Copenhagen compararon espermatozoides de hombres delgados y obesos, y descubrieron que ambos conjuntos tenían diferentes marcas epigenéticas que podrían alterar el apetito de sus posibles descendientes.
Las marcas epigenéticas se refieren a la información que existe ‘encima’ del genoma –más allá de la que contiene la secuencia de ADN–, y sirven para mantener ‘activados’ o ‘reprimidos’ ciertos genes. Como la mayoría de las alteraciones genéticas que se hemos asociado a enfermedades coinciden con alguna de estas marcas, los científicos se han interesado mucho en entender cómo funcionan para aprender a corregirlas.
¿Qué quiere decir esto? Que quizá los males que pensamos que heredamos quizá puedan revertirse de alguna forma. El mismo estudio, que realizó un seguimiento de seis hombres de los hombres de la muestra después de someterse a una cirugía de bypass gástrico, determinó que, un año después de la operación, entre cinco y nueve mil marcadores asociados a la obesidad habían desaparecido de su esperma. El ADN no había cambiado, claro, pero sí los marcadores que controlan cómo se manifiesta la enfermedad.
“Hoy, sabemos que los niños que nacen de padres obesos están predispuestos a desarrollar obesidad en su vida, sin importar el peso de la madre”, dijo Ida Donkin, una de las autoras del trabajo. “Esto es otra información importante que requiere que tengamos en cuenta la salud de los padres antes del momento de la concepción”.
Romain Barrès, el líder del estudio, se interesó por el tema después de observar un estudio de 2005, en el que los investigadores encontraron que un grupo de abuelos suecos que habían vivido en condiciones de hambruna en su juventud podrían haber legado a sus nietos una tendencia a desarrollar enfermedades cardiometabólicas.
Algunos científicos que han estudiado este campo especulan con una “utilidad evolutiva” de este efecto, que sostiene que las marcas epigenéticas relativas al peso, por ejemplo, le permitiría a los hijos percibir el “ambiente metabólico” en el que nacen, sea uno de hambre o abundancia, para permitirle al cuerpo ‘programarse’ de forma acorde.
Aunque el estudio de Copenhagen es reciente, es interesante porque sus resultados nos llevan a comenzar a modificar la presunción de que lo único que llevan las gametas en información genética permanente e inmodificable.
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