El cáncer de ovario es la quinta neoplasia más frecuente entre las mujeres después de los tumores de mama, colon, útero y pulmón. Y uno de los principales problemas es que, en la mayoría de los casos, el diagnóstico se produce en fases avanzadas de la enfermedad, lo que complica el tratamiento.
Pregunta. ¿Por qué es tan difícil diagnosticar el cáncer de ovario en las primeras fases de la enfermedad?
Respuesta. El problema es que el cáncer de ovario, en sus primera etapas, suele ser asintomático. Además, en estadios 3 y 4, es decir, avanzados, los síntomas suelen ser inespecíficos, como es el caso de dolor abdominal, hinchazón, sensación de peso en el suelo pélvico, molestias al orinar… Por lo que se puede confundir con otras patologías y se demora el diagnóstico. Por otro lado, no disponemos de estrategias como marcadores en sangre o pruebas de imagen que hayan demostrado que son eficaces para realizar un cribado y lograr un impacto en la supervivencia. Los diagnósticos suelen producirse porque la paciente se realiza una revisión por otro motivo y se detecta algo sospechoso en el ovario, las trompas de Falopio o el peritoneo.
P. ¿Con qué tratamientos se cuenta actualmente para combatir esta enfermedad?
R. Se trata de una combinación de cirugía inicial y, posteriormente, quimioterapia, fármacos antiangiogénicos o inhibidores de la poli ADP-ribosa polimerasa (PARP).
P. ¿Cómo actúan los inhibidores de la angiogénesis?
R. Evitan la formación de nuevos vasos sanguíneos. El cáncer de ovario afecta mucho al peritoneo, que es la principal localización para la metástasis, que necesita de la angiogénesis. Este tipo de fármacos tiene un impacto positivo en las pacientes a las que se ha diagnosticado en estadios 3 o 4, cuando la cirugía no ha podido ser óptima o en pacientes con recaídas consideradas platinosensibles. Gracias a estas terapias, podemos alargar la supervivencia libre de progresión y la calidad de vida.
P. ¿Qué lugar ocupan los inhibidores de PARP y cuál es su mecanismo de acción?
R. Actualmente, la indicación aprobada es como mantenimiento después de respuesta a quimioterapia en pacientes que hayan sufrido una recaída considerada platinosensible. Los inhibidores de PARP causan la inhibición de una enzima que es muy importante en la reparación de los daños del ADN. El problema es que hay pacientes en las que también hay déficits en otros mecanismos de reparación del ADN, como pueden ser las alteraciones en el gen BRCA o de la vía de la recominación homóloga. En estos casos, se produce lo que se conoce como “letalidad sintética”, es decir, tenemos dos vías que no reparan correctamente el ADN y se produce la muerte celular.
P. ¿Cuáles son las principales líneas de investigación en esta patología?
R. Son muy interesantes los estudios que buscan revertir las resistencias a los inhibidores de PARP. Estos fármacos dan buenas respuestas, pero estas respuestas se agotan. En este sentido, se está investigando con combinaciones de inmunoterapia más inhibidores de PARP o estas dos terapias más antiangiogénicos.
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